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door santiago vega 4 jaren geleden

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La colaboración cristiana en la configuración de una ética civil implica mantener íntegros sus principios mientras contribuye al mínimo ético común. Esta moral busca impregnar la sociedad con sus valores, tanto internamente como externamente, fortaleciendo sus capacidades éticas y ofreciendo su doctrina para alcanzar aspiraciones morales más elevadas.

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El vacío ético en la sociedad

5. La contribución cristiana a la conformación de una ética civil

Finalmente, el cristianismo ha de dejarse enriquecer por los logros morales alcanzados fuera de sus fronteras, a través del proceso de maduración ética que vaya alcanzando la humanidad
La colaboración cristiana, por consiguiente, no implica renunciar ni a la totalidad ni a la integridad de los principios. Dicha colaboración, ha de procurar contribuir al "mínimo común ético" con el mayor número posible de aportes extraídos de su acervo moral.
Como en todo auténtico diálogo, los participantes deben conservar y aportar la riqueza de su propia identidad. La identidad cristiana deberá, por consiguiente, estar presente con toda su fuerza y al mismo tiempo con toda su inmensa capacidad de apertura.
La moral cristiana ha de contribuir además a impregnar la sociedad con sus propios principios y valores, tanto dentro como fuera de sí misma. Lo primero, lo hará vigorizando sus propias posibilidades éticas; lo segundo, ofreciendo a la sociedad su doctrina y la posibilidad del cumplimiento pleno de sus aspiraciones morales.
El cristianismo de ninguna manera puede renunciar a presentar, como alternativa, la plenitud del mensaje evangélico ni diluir la moral cristiana en "mínimos" aceptados por todos. Pero ello no le impide colaborar en la conformación de un proyecto ético de contenidos aceptables por todos.
Para favorecer la apertura, es necesario recordar que la oferta ética de la moral cristiana no concurre competitivamente ni antinómicamente con los sistemas éticos surgidos de la razón del hombre, rectamente orientada, ni coarta los proyectos éticos propuestos por personas o grupos sociales.

4. Una posible solución en la ética civil

Una ética civil pretende responder a las necesidades de una sociedad en la que se conjugan principalmente los siguientes elementos: un cierto grado de secularización; un pluralismo cada vez más extendido y admitido; y una orientación fundamentalmente democrática
igualmente

Esta no pretende competir ni excluir otras opciones éticas razonables, sino encontrar, explicitar y asumir el mínimo-ético común de una sociedad secular y pluralista. "la ética civil --según la expresión de un connotado moralista- es por lo tanto el mínimo moral común aceptado por el conjunto de una determinada sociedad dentro del legítimo pluralismo moral.

Así mismo

Por ello

una ética civil no pretende ser portadora de su fundamentación última sino que la presupone en otras. La ética civil se constituye por la aceptación de la racionalidad compartida y por el rechazo a toda intransigencia excluyente. Se ubica dentro de la legítima autonomía de la sociedad civil y extrae sus contenidos de la conciencia ética de la humanidad y de las reservas éticas de un pueblo.

Una ética civil tampoco pretende ser totalizadora de la vida de un pueblo; no entra, por consiguiente, en competencia con ninguna religión, -cada una de las cuales tiene la posibilidad de elevar a una esfera diferente su comportamiento ético y darle su último sentido de la relación con un Dios trascendente. Por esa misma razón la religión está llamada a colaborar de manera decidida en la construcción de una ética.

Junto con la conciencia del vacío ético, analizada en la primera parte, ha ido creciendo también la conciencia y la convicción de que esta nueva ética ha de ser de carácter “civil" o "ciudadano". La expresión no deja de tener sus dificultades y de excitar reacciones de signo positivo o negativo.

3. Un intento de profundización

La anterior descripción fenomenológica del vacío ético, en la que se mezclaban quizás causas y efectos, no es más que una invitación a profundizar, más allá del fenómeno, en los hechos que se hallan detrás de ese vacío.
Primeramente el vacío que se detecta en nuestra sociedad, y en un nivel bastante generalizado, aún en personas cultas y expertas en asuntos sociales, dice relación precisamente con el concepto de ética. Y lo primero que hay que decir dada la historia de donde venimos, es que ética no es lo mismo que religión, aunque las grandes religiones hayan sido tradicionalmente portadoras de extraordinarios principios o ideales éticos, los cuales conducen necesariamente a formas específicas de comportamiento no sólo privado sino social.

En consecuencia

la ética tampoco puede confundirse con el conjunto de normas que regulan las relaciones de los hombres en el orden jurídico (leyes), en el orden social (instituciones), en el orden cívico (conductas particulares convencionales), en el orden político (manejo de los medios para el bien común), o en el orden sociológico (frecuencia de los hechos sociales), esto en razón de que la ética se sitúa más allá de todo orden positivo, pues hunde sus raíces en la humanidad misma del hombre, explicitada a través del uso legítimo de su racionalidad. Resulta altamente peligroso confundir la ética con cualquier ordenamiento positivo, pues ella es la instancia última para juzgar los códigos normativos de una sociedad. En efecto, algo puede ser legal y simultáneamente injusto; consagrado por una ordenación jurídica, social o política, y ser lesivo de derechos humanos fundamentales.

Finalmente

El vacío de que venimos ocupándonos ha de llenarse con principios y criterios éticos fundamentales, valederos en sí mismos a causa de su racionalidad y de su fuerza humanizadora. Principios que formulen las exigencias básicas de la humanidad, considerada desde el núcleo específico que la constituye y desde el conjunto colectivo de seres humanos en mutua interacción, también han de ser llenado complementariamente con instancias sociales de sanción moral (diferentes de las meramente penales), por medio de las cuales se estimule el bien-obrar y se desacredite ante la sociedad todo género de conductas reprobables.

2. Una descripción fenomenológica

En sintesís
la nueva ética ha de responder al vacío causado por la ausencia de racionalidad humana en no pocos de los procederes ciudadanos; vacío que ha sido llenado por predominio de la sin-razón y de la fuerza;por la primacía del subjetivismo frente a la objetividad del bien común, y de lo privado frente a lo público.
La nueva ética ha de dar respuesta a los múltiples efectos del vacío ético que hoy nos asfixia, entre cuyas manifestaciones podrían destacarse las siguientes:
El desenfreno de la avaricia de dinero que no se detiene ante diques de ninguna naturaleza y practica desde el peculado hasta el fraude y el soborno
La deshonestidad electoral con la venta de votos y los demás vicios que han corrompido nuestro régimen democrático, como el tráfico de influencias.
El desmoronamiento progresivo de instituciones básicas del tejido social, como la familia humana; el refugio en la intimidad personal que hace posible el juego de la "doble moral", etc.
La inescrupulosidad en el aprovechamiento abusivo de los dineros públicos para el enriquecimiento egoístico, así como la habilidad para engañar y defraudar al estado.
La ausencia de tolerancia ideológica, social y política que no encuentra otra forma de plenitud distinta de la supresión física o moral del adversario, la liquidación del opositor, el exterminio de quienes piensan de manera diferente, o persiguen intereses distintos de los propios.
La falta de una libertad real para muchos, junto con la tolerancia y la permisividad casi total para otros, amparados socialmente por el subjetivismo, el relativismo y el escepticismo moral

1. Una constatación

Cada vez aparece de manera más recurrente, la constatación de un vacío ético en la conducta individual y social de nuestras gentes que imposibilita la realización de nuestras legítimas aspiraciones sociales.
Esto conlleva a

La necesidad de una fuerza moral que se fundamente en las raíces mismas de la persona humana, en lo específico de su mismo ser y que, a través de su racionalidad, aglutine, oriente y ligue a los ciudadanos de manera insoslayable en un propósito común

En base a esto cada vez se hace más clara la necesidad de una nueva ética

en donde

Se ha de buscar o reencontrar, desde la racionalidad humana, que la normatividad responda a situaciones, necesidades y descubrimientos nuevos