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av Daniela Villavicencio 3 år siden

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Capítulo 3, 4 y 5 - Stiglitz

En la toma de decisiones públicas, es vital evaluar la eficiencia total y la desigualdad a través de estadísticas. Aunque estos datos son útiles, a menudo no reflejan detalles importantes necesarios para decisiones informadas.

Capítulo 3, 4 y 5 - Stiglitz

Resumen del Capítulo

La gestión eficiente del Estado es en sí misma un bien público.

La eficiencia en el sentido de Pareto exige que los bienes públicos se suministren hasta el punto en el que la suma de las relaciones marginales de sustitución sea igual a la relación marginal de transformación.

El consumo de muchos bienes suministrados por el Estado es rival; su consumo por parte de una persona reduce el de otra; o sea, el coste marginal de suministrarlo a una persona más puede ser significativo, igual o incluso mayor que el coste medio.

Los mercados privados, o no suministran bienes públicos, o los suministran en una cantidad insuficiente.

Aunque existen algunos ejemplos de bienes públicos puros, como la defensa nacional, en el caso de la mayoría de los bienes suministrados por el Estado es posible la exclusión, aunque suele ser costosa.

La regla básica que debe cumplirse para que el nivel de provisión de bienes públicos sea eficiente debe modificarse cuando la recaudación de los ingresos y la redistribución de la renta conlleva costes.

En el caso de los bienes privados suministrados por el Estado, pueden utilizarse métodos de racionamiento distintos del sistema de precios: algunos veces se utiliza la cola; otras, el bien se proporciona simplemente a todas las personas en cantidades fijas.

El problema de los mecanismos voluntarios para suministrar bienes públicos se debe a las personas que tratan de ser polizones, de disfrutar de los beneficios de los bienes públicos pagados por otros.

Aunque el coste marginal de la utilización de una carretera nada congestionada por parte de una persona puede ser inapreciable, si hay alguna congestión, el coste marginal puede ser más alto.

Los bienes públicos puros tienen dos propiedades: imposibilidad de exclusión y consumo no rival.

La administración eficiente como un bien público

En concreto, los que no lo votaron ganan tanto como los que lucharon por que saliera elegido y los que se abstuvieron de votar, y se aprovecharon, como polizones, del esfuerzo político de los demás, ganan tanto como los otros.

El político que lo consigue puede obtener algún rendimiento, pero éste solo constituye una parte de los beneficios que reciben los demás.

Si el Gobierno es capaz de ser más eficiente y de reducir los impuestos sin reducir el nivel de servicios que presta el Estado, todo el mundo sale ganando.

De hecho, la "buena administración" posee las dos propiedades de los bienes públicos: no es fácil ni deseable excluir a nadie de sus beneficios.

Todos resultamos beneficiados cuando la administración es menor, más eficiente y más sensible.

Uno de los bienes públicos más importantes es la gestión del Estado.

Impuestos distorsionadores y oferta eficiente de bienes públicos

Dado que resulta más caro obtener bienes públicos cuando los impuestos generan distorsiones, normalmente esto implica que el nivel eficiente de bienes públicos es menor que si los impuestos no crean distorsiones.

Por lo tanto, reemplazamos la condición anterior de que la relación física marginal de transformación es igual a la suma de las relaciones marginales de sustitución por una nueva condición, según la cual la relación económica marginal de transformación es igual a la suma de las relaciones marginales de sustitución.

La cantidad de bienes privados a que tenemos que renunciar para obtener una unidad adicional de bienes públicos, teniendo en cuenta esos costes adicionales, se denomina relación económica marginal de transformación, en contraposición con la relación marginal de transformación.

Éste introduce ineficiencias, por lo que esta curva de viabilidad se encuentra por debajo de la curva de posibilidades de utilidad.

Podemos definir una curva de viabilidad, que represente el nivel máximo de consumo de bienes privados compatible con cada nivel de bienes públicos, dado el sistema impositivo.

La cantidad de bienes privados que deben sacrificar los consumidores para obtener una unidad adicional de bienes públicos es mayor que si el Estado pudiera recaudar ingresos mediante instrumentos que no influyeran en los incentivos y que no fueran costos de administrar.

El hecho de que los ingresos recaudados para financiar los bienes públicos se obtengan mediante impuestos, como el de la renta, que influyen significativamente en los incentivos, tiene algunas consecuencias importantes por lo que hace a la provisión eficiente de bienes públicos.

Limitaciones de la redistribución de la renta y la eficiencia

El hecho de que la redistribución de los recursos por medio del sistema fiscal sea cara tiene como consecuencia que los poderes públicos busquen distintos métodos para alcanzar sus objetivos distributivos; uno de ellos es introducir consideraciones redistributivas en su evaluación de los proyectos públicos.

En nuestra economía, utilizamos el sistema fiscal y el sistema de asistencia social para redistribuir los recursos. No sólo son elevados los costes administrativos de este sistema; los impuestos también tienen importantes repercusiones por la vía de los incentivos.

En el capítulo 5 se mostró como podía obtenerse la curva de posibilidades de utilidad transfiriendo simplemente recursos de una persona a otra.

Sin embargo, el análisis anterior sugería que lo único que habría que hacer sería sumar las relaciones marginales de sustitución, es decir las cantidades que cada persona está dispuesta a pagar en el margen por un aumento del bien público, tratando por igual a los ricos y a los pobres.

Parece que dan más peso a los beneficios que reportan a los pobres que a los que reportan a los ricos.

A menudo parece que los Gobiernos, cuando evalúan los beneficios de un programa público, prestan especial atención a la cuestión de quién se beneficia del programa.

La eficiencia en el sentido de Pareto y la distribución de la renta

El hecho de que el nivel eficiente de bienes público dependa, en general, de la distribución de la renta tiene una importante consecuencia: no es posible distinguir la cuestión de la eficiencia en la provisión de bienes públicos del tema distributivo.

Pero el nivel eficiente sigue siendo aquel en que la suma de las relaciones marginales de sustitución es igual a la relación marginal de transformación.

La intersección de las curvas de oferta y demanda es uno de estos niveles eficientes en el sentido de Pareto, pero también hay otros, que tienen diferentes consecuencias distributivas.

Muchas asignaciones de los recursos son eficientes en el sentido de Pareto; lo es cualquier punto situado en la curva de posibilidades de utilidad.

Toda variación de la distribución de la renta, provocada por una modificación de la estructura del impuesto sobre la renta, va acompañada de las correspondientes variaciones de los niveles eficientes de producción de los bienes públicos.

Cada punto de la curva de posibilidades de utilidad puede caracterizarse por un nivel diferente de bienes públicos, pero en cada punto la suma de las RMS es igual a la RMT.

Cuando el Estado transfiere un euro de renta de Crusoe a Viernes, existe un nuevo nivel eficiente de bienes públicos.

El equilibrio de mercado, en ausencia de fallos del mercado, corresponde precisamente a uno de esos puntos. No hay una única oferta de bienes públicos que sea óptima en el sentido de Pareto.

Curvas de demanda de bienes públicos

Debe señalarse que hemos caracterizado el nivel de gasto en bienes públicos eficiente en el sentido de Pareto que corresponde a una determinada distribución de la renta.

Mientras que el equilibrio del mercado se encuentra en la intersección de las curvas de demanda y oferta, no hemos explicado por qué la cantidad de equilibrio de los bienes públicos suministrados debe hallarse en la intersección de la curva de demanda que hemos construido y la curva de oferta.

En el nivel de producción en el que la demanda agregada es igual a la oferta, la suma de las disposiciones marginales a pagar (la suma de las relaciones marginales de sustitución) es igual al coste marginal de producción o a la relación marginal de transformación.

La suma vertical de las curvas de demanda es la suma de sus disposiciones marginales a pagar, es decir, es la cantidad total que están dispuestos a pagar todos los individuos por una unidad adicional del bien público.

La suma vertical es adecuada porque un bien público no se suministra necesariamente en la misma cantidad a todas las personas. El racionamiento es inviable, así como poco deseable, ya que el hecho de que una persona utilice el bien público no impide que disfrute de él cualquier otra.

Elevando y bajando el precio en impuestos, podemos representar una curva de demanda de bienes públicos de la misma forma que representamos curvas de demanda de bienes privados.

El individuo desea obtener el nivel máximo de utilidad, que sea compatible con su restricción presupuestaria. La cantidad de bienes privados a las que está dispuesto a renunciar para obtener una unidad más de bienes públicos es su relación marginal de sustitución.

Los individuos no compran bienes públicos. La cantidad adicional que paga una persona por cada unidad adicional del bien público es su precio en impuestos.

Mientras que en un mercado competitivo de bienes privados todas las personas se enfrentan a los mismo precios, pero consumen cantidad diferentes, un bien público debe suministrarse en la misma cantidad a todos los individuos afectados, y hemos partido de la hipótesis de que el Estado podía cobrar por el bien público precios en impuestos distintos.

Dado que en este punto el beneficio marginal o la suma de las relaciones marginales de sustitución es igual a la relación marginal de transformación, el nivel de producción descrito por la intersección de la curva de oferta y la curva de demanda colectiva de bienes públicos es eficiente en el sentido de Pareto.

La curva de oferta puede trazarse exactamente igual que en el caso de los bienes privados; el precio representa la cantidad de los demás bienes que debe sacrificarse en cada nivel de producción para obtener una unidad adicional de cañones; este es el coste marginal, o sea, la relación marginal de transformación.

Puede considerarse que la curva de demanda es una "curva de la disposición marginal a pagar". Es decir, indica cuánto estaría dispuesto a pagar el individuo por una unidad adicional del bien público en cada uno de los niveles de producción.

Este enfoque puede utilizarse para hallar las curvas de demanda de bienes públicos por parte de Crusoe y Viernes, las cuales se suman verticalmente para obtener la curva de demanda colectiva.

Gráficamente, la relación marginal de sustitución es la pendiente de la curva de indiferencia. Por lo tanto, a medida que el individuo consume más bienes públicos y menos bienes privados, la curva de indiferencia va haciéndose cada vez más plana.

Supongamos que el precio en impuestos del individuo es p, es decir, que por cada euro de gasto público, debe pagar p. En este caso, la cantidad total que puede pagar, su restricción presupuestaria es: C+pG=Y

Condiciones de eficiencia en el caso de los bienes públicos

Si la suma de las relaciones marginales de sustitución fuera superior a la unidad, los ciudadanos estarían dispuestos colectivamente a renunciar a más de lo necesario; podríamos pedirle a cada uno que sacrificara una cantidad algo menor que la que les dejaría indiferentes y, aun así, sería posible aumentar la producción de cañones en una unidad.

La suma de las relaciones marginales de sustitución es igual a la relación marginal de transformación; el Estado ha proporcionado un nivel eficiente de bienes públicos.

La relación marginal de transformación nos indica a qué cantidad del bien privado debe renunciarse para obtener una mitad más del bien público. La eficiencia exige que la cantidad total a la que están dispuestos a renunciar los individuos sea igual a la cantidad a la que tienen que renunciar, es decir, la relación marginal de transformación.

La suma de las relaciones marginales de sustitución nos indica, pues, a qué cantidad del bien privado están dispuestos a renunciar todos los miembros de la sociedad para obtener una unidad más del bien público.

La relación marginal de sustitución de bienes públicos por privados nos indica qué cantidad del bien privado está dispuesto a renunciar cada individuo para obtener una unidad más del bien público.

Los bienes públicos puros se suministran eficientemente cuando la suma de las relaciones marginales de sustitución (de todas las personas) es igual a la relación marginal de transformación.

Para que los mercados privados sean eficientes en el sentido de Pareto es preciso, entre otras cosas, que la relación marginal de sustitución del consumidor sea igual a su relación marginal de transformación.

Una cuestión capital es la determinación del nivel adecuado de provisión de los bienes públicos. Una asignación de los recursos es eficiente en el sentido de Pareto si no puede mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de otra.

Mecanismos para racionar los bienes privados suministrados por el Estado

La utilización de la cola como mecanismo de racionamiento tiene, además, un coste social real, que es el tiempo pasado haciendo cola y que podría evitarse si se utilizaran los precios como mecanismo de racionamiento.

El tercer método que suele utilizar el Estado es la cola: en lugar de cobrar a los ciudadanos por el acceso a los bienes o servicios que suministra, les obliga a pagar el coste en forma de tiempo de espera.

Sin embargo, la distorsión puede no ser muy grande; si el nivel uniforme proporcionado es suficientemente bajo, habrá relativamente pocas personas que se vean inducidas a consumir más, por lo que el ahorro de costes administrativos a que nos referimos puede compensar con creces la pequeña distorsión que crea la provisión uniforme del nivel de seguro.

El principal inconveniente de la provisión pública de bienes privados es que no permite adaptarse a las diferentes necesidades y deseos de los ciudadanos, como ocurre en el mercado privado.

Dadas las ineficiencias que plantea el consumo excesivo cuando no se cobra por los bienes privados suministrados por el Estado, los Gobiernos suelen tratar de encontrar alguna manera de limitar el consumo. Cualquier método que restrinja el consumo de un bien se denomina sistema de racionamiento.

Los elevados costes de los mercados privados de seguros han sido uno de los argumentos que se han esgrimido para que los suministre el Estado.

Cuando el consumo de un bien por parte de cada persona tiene un coste marginal, si los costes de gestionar el sistema de precios son muy altos, puede ser más eficiente que los suministre simplemente el Estado y que lo financie por medio de impuestos generales, aun cuando el suministro público del bien cause una distorsión.

Este mecanismo permite adaptar en cierta medida el nivel de provisión a las necesidades de los consumidores. Los que demandan más servicios médicos están más dispuestos a esperar su turno en la consulta.

Por otro lado, el sistema de provisión pública y privada puede aumentar significativamente los costes totales de transacción en comparación con aquellos en que se incurriría si solo asumiera la responsabilidad el sector público o el privado.

En el caso de algunos tipos de seguros, el Estado proporciona un nivel uniforme básico. También en este caso, los que desean comprar más pueden hacerlo, pero no así los que desean comprar menos.

Uno de ellos es el sistema de precios, otro método que se utiliza normalmente para racionar los bienes suministrados por el Estado es la previsión uniforme, que consiste en suministrar la misma cantidad del bien a todo el mundo.

Los costes administrativos de muchos tipos de seguros en que se incurre, cuando estos son suministrados por empresas privadas representan más del 20% del valor de las indemnizaciones.

1) La pérdida provocada por un consumo excesivo del bien. 2) La pérdida provocada por las distorsiones que crean los impuestos utilizados para recaudar los ingresos necesarios para financiar la provisión del bien.

Para decidir si el bien debe ser proporcionado por el Estado, debemos comparar el ahorro de los costes de transacción y la ganancia derivada del aumento del consumo de Q a Q0 con la suma de:

Bienes privados suministrados por el Estado

La pérdida de bienestar, representada por el triángulo sombreado de la figura 6.3B puede medirse de la producción de Q a Qm como por los costes de dicho incremento.

En otros, como la demanda de determinados tipos de servicios médicos, la distorsión puede ser muy grande.

A veces el Estado suministra un bien privado, permite simplemente a los individuos consumir tanta como deseen sin coste alguno. Recuérdese que en el caso de estos bienes cada unidad consumida tiene un coste marginal.

La educación es un bien privado suministrado por el Estado en el sentido antes definido: si el número de estudiantes matriculados se duplica, los costes se duplican aproximadamente.

Los bienes suministrados por el Estado cuyo coste marginal de suministrarlos a más personas es alto se denominan bienes privados suministrados por el Estado.

En algunos casos, como el agua, es posible que el consumidor se sacie rápidamente, por lo que la distorsión puede no ser demasiado grande.

Una de las explicaciones que suelen darse en favor de la provisión pública de la educación está relacionada con consideraciones distributivas; muchos piensan que las oportunidades de los jóvenes no deben depender de la riqueza de sus padres.

Aunque el coste de administrar un mercado constituye uno de los argumentos a favor de la provisión pública de algunos de estos bienes, no es el único y ni siquiera el más importante.

Las externalidades como bienes públicos impuros

Por lo tanto, las externalidades pueden concebirse como una especie de bienes públicos impuros (o mejor dicho quizá, los bienes públicos pueden concebirse como un caso extremo de externalidad).
Los bienes cuyo consumo genera externalidades tienen la propiedad de que afectan a otros, pero no necesariamente en la misma cuantía.
Los bienes privados puros tienen la propiedad de que si una persona compra una cantidad mayor de ellos, otras no resultan afectadas.
Los bienes públicos puros tienen la propiedad de que si una persona compra una cantidad mayor de ellos, su consumo por parte de todas las personas aumenta en la misma cuantía.

Los costes de la exclusión

Aunque los costes de la exclusión son relativamente pequeños en el caso de la mayoría de los bienes privados, pueden ser grandes en el de algunos bienes suministrados por el Estado.
Tanto la exclusión en el caso de los bienes privados como la exclusión en el caso de los bienes públicos tiene, desde luego, costes. Los economistas los llaman costes de transacción.
En el caso de la televisión de pago, aunque la exclusión tenga costes, la sociedad no se beneficia. En otros casos, como el de una autopista algo congestionada, la exclusión tiene costes y algunos beneficios.
Así, por ejemplo, la televisión y la radio que se transmiten a través de las ondas aéreas tienen una de las dos propiedades de un bien público: el consumo no es rival.
En el caso de muchos bienes, la cuestión no es tanto la viabilidad del racionamiento como el coste.

Bienes públicos puros e impuros

A veces el coste marginal de utilizar un bien al que es fácil acceder es alto. Cuando una autopista poco transitada se congestiona, los costes de utilizarla aumentan espectacularmente, no solo porque se desgasta sino también porque los conductores pierden tiempo en la carretera.

Asimismo, aunque el principal beneficiario de una vacuna sea la persona protegida y el coste marginal de vacunar a una persona más sea significativo, los beneficios de la vacunación general para la salud pública son los beneficios de los que no se puede excluirse a nadie.

Muchos bienes no son bienes públicos puros, pero tienen en alguna medida una de las dos propiedades (no rivalidad o imposibilidad de exclusión). La protección contra incendios se parece a un bien privado, en el sentido de que es relativamente fácil la exclusión.

La figura 6.2 compara ejemplos de bienes que suelen ser suministrados por el Estado con la definición estricta de bien público puro. Muestra la facilidad de exclusión en el eje de abscisas y el coste marginal del uso del bien por parte de una persona más en el de ordenadas.

Muchos bienes públicos suministrados por el Estado no son bienes públicos puros en este sentido. El coste de que una persona más utilice una autopista poco transitada es pequeñísimo, pero no cero, y es posible, aunque relativamente caro, impedir que la gente la utilice.

Un bien público puro es un bien público en el que los costos marginales de suministrarlo a una persona más son estrictamente cero y en el que es imposible impedir que la gente reciba el bien. La defensa nacional es uno de los pocos ejemplos de bien público puro.

El problema del polizón

Sabe que hay polizones que se benefician de sus actividades, pero cuando decide la cantidad que va a suministrar, solo se fija en su propio beneficio directo, no en los beneficios que reporta a otros.

Hay algunos casos en los que el sector privado suministra bienes públicos de cuyo consumo no es posible excluir a nadie. Normalmente se debe a que hay un único gran consumidor cuyos beneficios directos sean tan grandes que le compensa suministrárselo él mismo.

Es evidente que si no es posible utilizar el precio para racionar un bien, es improbable que ese bien sea suministrado por el sector privado. Para que sea suministrado, el Estado tendrá que asumir la responsabilidad.

La inviabilidad de un sistema de racionamiento basado en los precios implica que el mercado competitivo no genera una cantidad del bien público eficiente en el sentido de Pareto. La renuencia de la gente a contribuir voluntariamente a la financiación de los bienes públicos se denomina el problema del polizón.

Un ejemplo son las calles congestionadas por el tráfico: con la tecnología actual es caro cobrar por el uso de la calle, pero puede limitarse el número total de coches que pasan por la calle, de tal manera que si un coche más la utiliza, otro es desplazado; de hecho, en algunos casos, a medida que más gente intenta utilizar la calle, puede disminuir incluso el número total que la usa, ya que se paraliza el tráfico.

Aunque la defensa nacional posee la propiedad de que no es posible excluir a nadie de su consumo y tiene un coste marginal nulo, hay algunos bienes que tienen, al menos, la propiedad de que los costes de exclusión son altos, aun cuando el coste marginal de utilizar el bien sea positivo.

Por ejemplo, el programa internacional de vacunación contra la viruela erradicó casi por completo la enfermedad en beneficio de todos, contribuyeran o no a financiar el programa.

Muchos de los bienes más importantes suministrados por el Estado tiene la propiedad de que no es posible excluir a nadie de su consumo, lo que hace inviable el racionamiento mediante el sistema de precios.

Cómo se pagan los bienes públicos

Por último, las autoridades podrían construir la autopista incluso aunque el ingreso máximo que pudieran obtener con los peajes fuera menor que el coste de la autopista, ya que reconocen que esta genera algún excedente del consumidor.

Habría que comparar las distorsiones provocadas por la subutilización de la autopista con las distorsiones provocadas por otros métodos para recaudar ingresos para financiarla.

Para tomar estas decisiones, sopesarían las consideraciones relacionadas con la equidad -el principio según el cual los que se benefician de la autopista deben soportar sus costes- y las consideraciones relacionadas con la eficiencia.

Con la gráfica resulta más clara la diferencia entre la provisión pública y la privada; si solo hubiera una autopista, el monopolista elegiría un peaje que maximizara su ingreso y solo construiría la autopista si esos ingresos fueran iguales o superiores al coste de la autopista.

A menudo se considera que las tasas por el uso constituyen una manera equitativa de recaudar ingresos, ya que los que más utilizan los servicios públicos son los que más pagan.

Las autopistas de peaje se financian por medio de tasas por el uso. El impuesto de los billetes de avión puede concebirse como una tasa por el uso.

Si la exclusión es posible, aunque el consumo no sea rival, el Estado suele cobrar una tasa, llamada tasa por el uso, a los que se benefician de los bienes o servicios que suministra.

Bienes públicos y fallos del mercado

En el caso de los bienes no rivales, la exclusión no es deseable porque provoca subconsumo. Pero sin exclusión, el suministro es insuficiente.

Por lo tanto, cobrar por un bien no rival es ineficiente porque provoca subconsumo. El beneficio marginal es positivo; el coste marginal es cero. El subconsumo es un tipo de ineficiencia.

Aunque fuera posible la exclusión, cuando un bien no es rival, no tiene sentido la exclusión desde el punto de vista de la eficiencia económica.

Por ejemplo, el coste marginal de que una persona más encienda su televisor y vea un programa es cero; el número de veces que veo Friends no reduce el número de veces que puedes verlo tú.

En el caso de algunos bienes, el consumo no es rival, pero la exclusión es posible.

Por lo tanto, hay dos tipos básicos de fallo del mercado relacionados con los bienes públicos: el subconsumo y el suministro insuficiente.

Pero si no se cobra por un bien no rival, no habrá ningún incentivo para suministrarlo. En este caso, la ineficiencia adopta la forma de suministro insuficiente.

Cobrando un precio por un bien no rival se impide que algunas personas disfruten de él, aun cuando su consumo del bien no tenga ningún coste marginal.

Pero la exclusión es posible (aunque no tiene costes) por medio de codificadores, como lo demuestra la televisión de pago.

Para aislar el papel de la posibilidad de exclusión y de la rivalidad en el consumo, examinaremos algunos casos en los que un bien tiene una propiedad pero no la otra.

Los bienes públicos

Para distinguir los bienes públicos de los privados se debe considerar:

Propiedad de exclusión
¿Es posible excluir a una persona de los beneficios de un bien público (sin incurrir en grandes costos)? -Los bienes privados siempre tienen la propiedad de exclusión; es posible impedir que los individuos disfruten de ellos si no pagan. -Los bienes privados tienen las propiedades de consumo rival y de exclusión. -Los bienes públicos puros se caracterizan porque su consumo es no rival y de los que es imposible excluir a nadie.
Propiedad de consumo
Consumo no rival

-Se refiere a los casos en los que el consumo de una persona no impide o reduce el consumo de otra. Ejemplo: defensa nacional. -Esta característica diferencia claramente los bienes públicos de los privados.

Consumo rival

-Si el bien es utilizado por una persona, no puede ser utilizado por otra.

Capítulo 6: Los bienes públicos y los bienes privados suministrados por el Estado

El índice de pobreza mide la proporción de la población cuya renta se encuentra por debajo de un determinado nivel.

Existen tres enfoques para tomar decisiones sociales cuando no hay mejora en el sentido de Pareto: principio de la compensación, las disyuntivas entre las distintas medidas y el enfoque de los beneficios ponderados.

En la práctica, cuando evaluamos distintas propuestas, generalmente no detallamos las consecuencias que tienen cada una para cada uno de los miembros de la sociedad, sino que las resumimos describiendo sus repercusiones en algún indicador de la desigualdad y las ganancias o pérdidas de eficiencia.

El concepto de excedente del consumidor se utiliza para medir los beneficios agregados de un proyecto o de un programa.

En la función social de bienestar utilitarista, el bienestar social es igual a la suma de las utilidades de los miembros de la sociedad. En función social del bienestar rawlsiana, el bienestar social es igual a la utilidad del miembro de la sociedad peor situado.

La función social de bienestar constituye un marco del cual pueden analizarse las consecuencias distributivas de una política.

La economía del bienestar se ocupa de los criterios para evaluar distintas medidas económicas. En general, tiene en cuenta tanto la eficiencia como la equidad.

Tres maneras de enfocar las elecciones sociales

Disponemos ya de los instrumentos básicos para describir las elecciones sociales en los casos difíciles en los que el proyecto no constituye una mejora en el sentido de Pareto.

Beneficios netos ponderados
La utilización de ponderaciones se basa en tres supuestos: la utilidad marginal es decreciente, la relación entre la utilidad y la renta de las diferentes personas es la misma y a la sociedad le preocupa la utilidad total.
Dada la preocupación por la equidad, los efectos causados a los grupos de renta más alta reciben una ponderación menor.
Si los beneficios netos agregados son positivos y si los pobres son beneficiarios netos y los ricos son perdedores netos, el proyecto aumenta tanto la eficiencia como la equidad y debe adaptarse.
Es posible que esta sea la única información que necesiten los poderes públicos para tomar una decisión.
Comparaciones de las distintas medidas
En la práctica, los Gobiernos no intentan identificar los efectos causados en cada persona, pero sí averiguar los efectos causados en las personas de diferentes clases de renta.
Estas estadísticas sintéticas, aunque son útiles, suelen ocultar alguna información detallada que es importante para tomar decisiones públicas.
Las estadísticas y otras cifras ayudan a medir la eficiencia total y la desigualdad.
Con una medida de la eficiencia (beneficios netos) y una medida de la desigualdad, debería ser fácil tomar decisiones públicas.
El principio de la compensación
Como no presta la debida atención a las cuestiones distributivas, los economistas han recurrido a otros dos enfoques.
Solo podemos estar seguros de que el proyecto es deseable si se paga realmente una compensación a los que resultan afectados negativamente.
La mayoría de los economistas critican este principio, ya que no tiene en cuenta las cuestiones distributivas.
Establece que si la disposición agregada a pagar es mayor al coste, el proyecto debe realizarle.

Cuantificación de los efectos distributivos

El índice de pobreza mide la proporción de la población cuya renta es inferior a un nivel crítico; se considera que las personas que se encuentran por debajo de ese nivel son pobres.

En la práctica, los Gobiernos se fijan en unos cuantos indicadores sintéticos de la desigualdad.

Algunas personas pobres pueden resultar perjudicadas y otras beneficiadas; algunas personas de renta media pueden resultar beneficiadas y otras perjudicadas.

Evaluar los efectos distributivos de un proyecto o de un impuesto es mucho más complejo que evaluar los efectos que produce en la eficiencia.

La brecha de pobreza se pregunta cuánta renta tendríamos que dar a los pobres para trasladarlos hasta el umbral de pobreza.

Otro indicador es la brecha de pobreza. El índice de pobreza solo cuenta el número de personas que se encuentran por debajo del umbral de pobreza; no tiene en cuenta la distancia a la que se encuentran de ese umbral.

Dado que los pobres constituyen un motivo de especial preocupación, son objeto de mayor atención.

En algunos casos, puede ocurrir que los ricos sean los más beneficiados, que los pobres se beneficien algo y que la clase media solo resulte algo perjudicada.

Medición de la eficiencia

El triángulo de Harberger no solo mide la ineficiencia provocada por los impuestos distorsionadores sino también para medir otros tipos de ineficiencia, como la que provocan los monopolios.

El exceso de gravamen puede calcularse por medio de curvas de demanda compensadas.

Los impuestos, salvo los de cuantía fija, provocan un exceso de gravamen porque hacen que los individuos renuncien al consumo por el que tienen una preferencia mayor en favor del consumo por el que tienen una preferencia menor con el fin de no pagar el impuesto.

La diferencia entre los ingresos recaudados por medio del impuesto sobre el tabaco y el impuesto de cuantía fija que el individuo estaría dispuesto a pagar se denomina exceso de gravamen o carga excesiva del impuesto.

Suprimiendo el impuesto sobre el tabaco e introduciendo en su lugar un impuesto de cuantía fija (es decir, un impuesto que tendría que pagar independientemente de lo que hiciera) de 100 euros su bienestar no variaría.

Para medir el valor monetario de una ineficiencia, utilizan exactamente la misma metodología que para medir el valor monetario de un proyecto.

Los economistas critican los impuestos porque reducen los incentivos para trabajar, los monopolios porque restringen la producción y presionan al alza sobre los precios.

El excedente del consumidor

Los economistas han desarrollado complejas técnicas de encuesta para conseguir de los individuos respuestas que tengan sentido sobre su disposición a pagar.

En el caso de muchos bienes, los economistas disponen de datos para poder trazar la curva de demanda y la curva de demanda compensada.

El excedente total del consumidor mide la cantidad máxima que podrían pagar los individuos y seguir disfrutando del mismo bienestar con la autopista que sin ella.

Utilización del excedente del consumidor para calcular los beneficios de un proyecto público. La curva de demanda compensada puede ser útil para medir los beneficios de los proyectos públicos.

Naturalmente, como la curva de demanda compensada y la de demanda no compensada son casi iguales, normalmente calculamos el excedente del consumidor observando simplemente el área situada por debajo de la curva de demanda ordinaria y por encima de la recta de precios.

El excedente total del consumidor es, pues, la suma: 21+16+11+6=55 euros.

María habría estado dispuesta a pagar 50 euros por la primera sudadera, 45 por la segunda, 40 por la tercera, etc. Pero si el precio de mercado es de 29 euros, eso es lo único que tiene que pagar por cada sudadera.

La diferencia entre lo que una persona está dispuesta a pagar y lo que tiene que pagar se llama excedente del consumidor.

Curvas de demanda ordinaria y compensada

La figura 5.8 muestra que ambas curvas son casi iguales.

La curva de demanda compensada solo refleja el efecto-sustitución. En la mayoría de los casos, las diferencias entre las dos son inapreciables.

Si María gasta una décima parte de un 1% de su renta en sudaderas y le detraemos la renta adicional, su demanda de sudaderas o de cualquier otro bien no resulta afectada.

El aumento que experimenta la demanda de sudaderas debido a que María se encuentra en una situación mejor -es como si tuviera más renta- se denomina efecto-renta.

Para trazar la curva de demanda ordinaria, hay que saber cuántas unidades compraría María del bien a cada precio. Cuando baja el precio, María no solo demanda más sino que se encuentra en una situación mejor.

La curva de utilidad marginal trazada puede concebirse como la curva de demanda. Pero es una curva de demanda especial, llamada curva de demanda compensada, que se diferencia algo de la curva de demanda ordinaria.

María está dispuesta a pagar por cada sudadera adicional; si su precio es de 29 euros, comprará cinco.

Cuando bajan los precios, los individuos sustituyen otros bienes por el más barato. Este efecto se denomina efecto-sustitución.

La curva de demanda compensada contiene lo que María estaría dispuesta a pagar por cada sudadera adicional, por lo que, a medida que le damos más sudaderas, siempre obtiene exactamente el mismo nivel de utilidad.

Habría estado dispuesta a pagar 30 por la quinta, por lo que es evidente que el beneficio marginal de la quinta sudadera es superior a su coste; pero solo está dispuesta a pagar 28 por la sexta, por lo que el beneficio marginal es menor que el coste.

El concepto de disposición a pagar puede utilizarse para trazar una curva de demanda.

Medición de los beneficios

La disposición de María a pagar aumenta con el número de sudaderas, debido a que las sudaderas adicionales le reportan utilidad adicional.

Lo que tenga que pagar depende de los precios de mercado; lo que está dispuesto a pagar refleja sus preferencias.

La utilidad adicional de una sudadera adicional medida aquí por la cantidad adicional que está dispuesta a pagar es la utilidad marginal.

La cantidad que está dispuesta a pagar una persona es diferente de la cantidad que tiene que pagar.

El primer problema es cómo medir los beneficios que reporta un programa o un proyecto a determinadas personas.

La teoría de la utilidad se mide normalmente por medio de la disposición a pagar.

Las elecciones sociales en la práctica

Si la medida de la eficiencia muestra ganancias pero de la igualdad muestra pérdidas (o viceversa), existe una disyuntiva, que se evalúa utilizando una función social de bienestar.

Si produce pérdidas positivas netas y aumenta la desigualdad medida, debe realizarse.

Si el proyecto produce ganancias positivas netas (efectos positivos en la eficiencia) y reduce la desigualdad medida, debe realizarse.

La equidad se mide observando una medida global de la desigualdad existente en la sociedad.

La eficiencia se mide sumando simplemente las pérdidas o las ganancias de cada persona (que se calculan de una manera que describiremos en seguida).

Uno de los métodos utilizados normalmente se basa en dos estadísticas sintéticas, que describen los efectos producidos en la "eficiencia" y en la "equidad".

En segundo lugar, averiguan si el proyecto es una mejora en el sentido de Pareto, es decir, si mejora el bienestar de todo el mundo.

En primer lugar, intentan identificar y medir los beneficios netos (los beneficios menos los costes) que reciben los diferentes grupos.

En la práctica, los poderes públicos no trazan curvas de posibilidades de utilidad ni calculan funciones sociales de bienestar, pero su enfoque para decidir sí refleja los conceptos presentados.

Dos advertencias

Aunque los conceptos de funciones sociales de bienestar y la curva de posibilidades de utilidad han sido usados en numerosos estudios, estos han sido objeto de críticas por diversas razones.

¿De dónde proceden las funciones sociales de bienestar?
El análisis sistemático de estas disyuntivas constituye, en realidad, una parte importante del proceso de toma de decisiones.
La mayoría de los economistas piensan que los conceptos descritos son instrumentos que ayudan a analizar sistemáticamente las disyuntivas a las que debe enfrentarse constantemente la sociedad.
Desde el punto de vista descriptivo, las sociedades raras veces son coherentes.
Es posible que a unas personas -especialmente a las ricas- les importe poco la redistribución y que otras -especialmente las pobres- sostengan que debe dársele más peso.
Los individuos tienen preferencias; pueden decidir si prefieren una combinación de manzanas y naranjas a otra.
El segundo grupo de objeciones se refiere a la propia naturaleza de las funciones sociales de bienestar.
Comparaciones interpersonales
Los economistas creen que las únicas circunstancias en las que deberían emitir juicios de valor sobre el bienestar son aquellas en las que el cambio provocado por las medidas adoptadas representa una mejora en el sentido de Pareto.
Los economistas sostienen que no puede existir ninguna base científica para hacer comparaciones de bienestar.
Como sumamos la utilidad de Crusoe y la de Viernes, suponemos, de hecho, que podemos hacer de alguna manera comparaciones numéricas con fundamento de sus niveles de utilidad.
Con la función social de bienestar utilitarista sumamos la utilidad de los diferentes miembros de la sociedad.
Pero no podemos medir el nivel de utilidad ni la variación que ésta experimenta.
Suponemos que cuando una persona consume más, su utilidad aumenta.

Rawlsianismo

Ningún aumento del bienestar de las personas que se encuentran en mejor situación podría compensar a la sociedad por una disminución del bienestar de la que se encuentra en peor situación.
Si Viernes se encuentra en peor situación que Crusoe, todo lo que aumente el bienestar de Viernes aumenta el bienestar social.
La sociedad está mejor si se mejora el bienestar de esa persona, pero no gana nada si se mejora el de otras. Según el autor, no existe disyuntiva.
Sostiene que el bienestar de la sociedad solo depende del bienestar de la persona que se encuentre en peor situación.
John Rawls, profesor de filosofía de la Universidad de Harvard, ha adoptado una postura extrema en este debate.

Utilitarismo

La sociedad solo debería estar dispuesta a aceptar una reducción de la utilidad de la pobre si fuera mucho mayor el aumento de la utilidad de la rica.
Son muchos los que sostendrían que cuando una persona disfruta de menos bienestar que otra, a la sociedad no le da igual que disminuya la utilidad de la más pobre y que aumente en la misma cantidad la utilidad de la más rica.
Se debe distribuir el mismo a la utilidad de una persona cualquiera que a la utilidad de otra.
Sostiene que la sociedad debe maximizar las utilidades de sus miembros. W= U1 + U2

Evaluación de las disyuntivas

Las funciones sociales de bienestar pueden concebirse como un instrumento que emplean los economistas para resumir los supuestos sobre las actitudes de la sociedad hacia diferentes distribuciones de la renta y del bienestar.

El principio de Pareto establece que debemos preferir las asignaciones en las que mejora al menos el bienestar de algunas personas y no empeora el de ninguna.

Las curvas sociales de indiferencia constituyen un útil instrumento gráfico para analizar los tipos de disyuntivas a los que se enfrenta la sociedad en estas situaciones.

La función social de bienestar sirve para ordenar cualquier asignación de recursos: elegimos las asignaciones que generan unos niveles más altos de bienestar social.

Una curva de indiferencia indica las combinaciones de bienes que reportan el mismo nivel de utilidad a una persona.

La función social de bienestar indica el nivel de bienestar social correspondiente a un determinado conjunto de niveles de utilidad alcanzados por los miembros de la sociedad.

Determinación de las disyuntivas

La magnitud de estos desincentivos -tema que suscita considerables controversias- afecta a la forma de la curva de posibilidades de utilidad.

Es posible que los ricos trabajen menos, ya que solo se quedan con una parte del rendimiento de su esfuerzo, mientras que es posible que los pobres trabajen menos porque trabajando más pueden dejar de reunir las condiciones para percibir prestaciones.

Existe otro importante determinante de la forma de la curva de posibilidades de utilidad: la eficiencia con la que podemos transferir recursos de una persona a otra.

Cuando Viernes tiene muy poca renta (pocas naranjas), puede aumentar mucho su utilidad con una pequeña disminución de la utilidad de Crusoe, pero cuando mejora mucho el bienestar de Viernes, solo podemos aumentar algo su utilidad incluso con una gran disminución de la utilidad de Crusoe.

A medida que una persona consume una cantidad mayor de cualquier bien, la ganancia adicional que genera una unidad más de ese bien es más pequeña y se la denomina utilidad marginal decreciente.

En cada punto, la utilidad marginal es la pendiente de la función de utilidad: la variación que experimenta la utilidad cuando se altera el consumo de naranjas en una unidad.

Se utiliza el término función de utilidad para describir la relación entre el número de naranjas y el nivel de utilidad de Viernes; la utilidad adicional que reporta a Viernes una naranja más se denomina utilidad marginal.

La disminución de la utilidad de Crusoe es pequeña en comparación con el aumento de la utilidad de Viernes.

La curva de posibilidades de utilidad nos muestra las disyuntivas que plantea la transferencia de utilidad de Crusoe a Viernes.

Análisis de las elecciones sociales

El punto B se encuentra en la curva social de indiferencia S1, que es tangente a la curva de posibilidades de utilidad, y se halla en una curva de indiferencia más alta que la S0.

Una curva social de indiferencia indica las combinaciones de utilidad, por ejemplo, de Crusoe y Viernes entre las que la sociedad es indiferente.

La pendiente de las curvas sociales de indiferencia indica las disyuntivas entre las que la sociedad es indiferente.

Las curvas sociales de indiferencia describen cómo podría resolver la sociedad las disyuntivas entre los niveles de utilidad de las diferentes personas.

El primer teorema fundamental de la economía del bienestar establece que las economías competitivas siempre se encuentran en la curva de posibilidades de utilidad.

El segundo teorema fundamental de la economía del bienestar establece que es posible alcanzar todos los puntos de la curva de posibilidades de utilidad a través de un proceso de mercado competitivo si el Estado redistribuye debidamente las dotaciones iniciales.

Una economía es eficiente en el sentido de Pareto si y solo si se encuentra en la curva de posibilidades de utilidad.

El individuo elige el punto de la restricción presupuestaria que es tangente a una curva de indiferencia, lo que lo sitúa en la curca de indiferencia más alta viable, dada la restricción presupuestaria.

La curva de posibilidades de utilidad, describe el conjunto de oportunidades. Indica el nivel máximo de utilidad que puede alcanzar una persona, dados los niveles de utilidad que obtienen otras.

Cuando los economistas analizan la decisión de un consumidor, el conjunto de oportunidades viene definido por su restricción presupuestaria y sus preferencias vienen descritas por su restricción presupuestaria.

Disyuntiva entre eficiencia y la distribución

En una economía con dos individuos (Robinson Crusoe y Viernes). Suponemos que Crusoe tiene 10 naranjas y Viernes 2, por lo que si se asume el rol del Estado para disminuir la desigualdad se puede perder 1 naranja durante la transferencia.

Existe una disyuntiva entre eficiencia -el número total de naranjas existente- y la equidad.
Estas discrepancias se refieren a la elección social entre la equidad y la eficiencia.
La mejor forma de ayudar a los pobres no es preocuparse por la forma de dividir el pastel, sino por aumentar su tamaño, por hacer que crezca lo más deprisa posible, para que haya más bienes para todo el mundo.
Algunas personas sostienen que la desigualdad es el problema fundamental de la sociedad y que debe ser reducida al máximo sin preocuparse por las consecuencias que pueda tener para la eficiencia.
Existen discrepancias sobre el valor que debe asignarse a una disminución de la desigualdad en comparación con una disminución de la eficiencia.
Existen discrepancias sobre la naturaleza de la disyuntiva.
La disyuntiva entre la equidad y la eficiencia constituye el núcleo de muchos de los debates sobre la política pública.

Capítulo 5: Eficiencia y Equidad

El enfoque normativo del papel del Estado se pregunta cómo puede resolver el Estado los fallos del mercado y otras deficiencias observadas en su asignación de recursos. El enfoque positivo se pregunta qué hace el Estado, cuáles son sus efectos y cómo contribuye la naturaleza del proceso político a explicar lo que hace el Estado y cómo lo hace.

Aunque la presencia de los fallos en el mercado justifica la intervención del Estado, esto no quiere decir que un determinado programa público destinado a corregir un fallo del mercado sea necesariamente deseable. Para evaluar los programas públicos, debe tenerse en cuenta no solo sus objetivos sino también su ejecución.

Aun cuando el mercado sea eficiente en el sentido de Pareto, pueden existir otras dos razones que justifiquen la intervención del Estado. En primer lugar, el mercado competitivo puede dar lugar a una distribución de la renta que no sea deseable desde el punto de vista social y, en segundo lugar, hay quienes creen que los individuos, aun cuando estén bien informados, no juzguen correctamente los bienes que consumen, lo que justifica las reglamentaciones que restringen el consumo de algunos bienes y la provisión pública de otros.

Existen seis razones por las que el mecanismo del mecanismo del mercado puede no dar lugar a una asignación de los recursos eficientes en el sentido de Pareto: los fallos de la competencia, los bienes públicos, las externalidades, los mercados incompletos, los fallos de la información y el paro.

El Estado debe establecer los derechos de propiedad y hacer que se respeten, así como velar por el cumplimiento de los contratos. De lo contrario, los mercados no pueden funcionar por sí solos.

En determinadas circunstancias, el mercado competitivo asigna los recursos de una forma eficiente en el sentido de Pareto. Cuando no se satisfacen las condiciones requeridas, está justificada la intervención del Estado en el mercado.

Dos maneras de enfocar el papel del Estado

El análisis de las actividades del sector público tiene dos aspectos.

Análisis positivo
Se ocupa de describir y explicar tanto lo que hace realmente como sus consecuencias.

El análisis de los mecanismos institucionales por medio de los cuales se toman las decisiones públicas puede llevar a diseñar procesos que mejoren la probabilidad de que las decisiones públicas reflejen un conjunto más amplio de intereses públicos y no solo intereses especiales.

Algunos economistas creen que la economía debe centrar la atención en el análisis positivo, en la descripción de las consecuencias de los programas públicos y la naturaleza de los procesos políticos más que en el análisis normativo, es decir en lo que debe hacer el Estado.

Se puede recurrir a la retórica de los fallos del mercado para proporcionar una garantía de sostenimiento de unos precios tan volátiles como los agrícolas.

La popularidad del enfoque basado en los fallos del mercado ha llevado a utilizarlos para justificar muchos programas estatales.

Análisis normativo
Se ocupa de lo que debería hacer el Estado.

Los programas públicos no son instituidos en las democracias por Gobiernos ideales no por déspotas benevolentes, sino complicados procesos políticos.

Suponiendo que el Estado no tiene ninguna ventaja en la información o en los costes de transacción frente al mercado privado, su intervención podría lograr, en principio, una mejora en el sentido de Pareto.

En segundo lugar, hay que demostrar que el propio proceso político real y la estructura burocrática de una sociedad democrática son capaces de corregir el fallo del mercado y lograr una mejoría en el sentido de Pareto.

En primer lugar, hay que demostrar que existe una forma de intervenir en el mercado que mejora el bienestar de alguna persona, sin empeorar el de ninguna persona.

Si hay fallos en el mercado, cabe suponer que el mercado no es eficiente en el sentido de Pareto, lo que sugiere intervenir el Estado.

Si no hubiera fallos en el mercado ni bienes preferentes, lo único que tendría que hacer el Estado sería ocuparse de la distribución de la renta.

La redistribución y los bienes preferentes

La idea de que el Estado no debe interferir en las decisiones de los individuos se denomina a veces pensamiento libertario.

Los bienes que el Estado obliga a consumir, como los cinturones de seguridad y la educación elemental, se denominan bienes preferentes.

Hay quienes creen que el Estado debe intervenir en algunos casos, en los que parece que los consumidores no hacen lo que más les conviene y , el tipo de intervención necesaria no debe limitarse a suministrar únicamente información.

El segundo argumento está relacionado con el temor de que el individuo pueda no actuar en su propio interés.

Deben hacerse dos importantes advertencias sobre la postura de los economistas contra el paternalismo del Estado: la primera se refiere a los niños y la otra, a las situaciones en las que el Estado no puede comprometerse.

En contraste con la idea paternalista, muchos economistas y filósofos sociales creen que el Estado debe respetar las preferencias de los consumidores.

La idea de que el Estado debe intervenir porque sabe mejor que los ciudadanos lo que más conviene suele denominarse paternalismo.

Una de las actividades más importantes del Estado es redistribuir la renta, y ése es el propósito expreso de los distintos programas sociales de transferencias.

Los mercados competitivos pueden generar una distribución de la renta muy desigual y dejar a algunas personas unos recursos insuficientes para vivir.

El primero es distribución de la renta.

Hay dos argumentos que justifican la intervención del Estado.

Relaciones entre los fallos del mercado

Muchas de las investigaciones recientes sobre el paro han intentado relacionarlo con los demás fallos del mercado.

A menudo, la existencia de mercados incompletos se debe en parte a problemas de información.

Los fallos del mercado analizados no son mutuamente excluyentes.

En ocasiones se piensa que las externalidades se deben a la existencia de mercados incompletos.

A veces se considera que los bienes públicos son casos extremos de externalidades, en los que cuando compro un bien, otros se benefician de la compra tanto como yo.

Los fallos del mercado y el papel del Estado

Hay seis importantes condiciones en las que los mercados no son eficientes en el sentido de Pareto. Se denominan fallos del mercado y constituyen un argumento a favor de la intervención del Estado.

El paro, la inflación y el desequilibrio
Aunque las cuestiones que plantean el paro y la inflación son suficientemente importantes y complejas para merecer por sí solas un curso de macroeconomía.
La mayoría de los economistas utiliza estos elevados niveles de paro como prueba de que algo no funciona bien en el mercado.
Aunque estas recesiones y depresiones han sido mucho más moderadas a partir de la Segunda Guerra Mundial, la tasa de paro ha sido casi del 10% y aun así es la más baja.
Tal vez el síntoma más admitido de "falla del mercado" sea el elevado paro, tanto de trabajadores como de máquinas, que ha acosado periódicamente a las economías capitalistas.
Fallos de la información
Algunas actividades del Estado se justifican porque los consumidores tienen una información incompleta y por la convicción de que el mercado suministra por sí solo demasiada poca información.

Los recursos que se dedican a la producción de nuevos conocimientos - los gastos en investigación y desarrollo - pueden concebirse como una clase especialmente importante de gastos en información.

El mercado privado a menudo suministra una información insuficiente, lo mismo que suministra una cantidad inadecuada de otros bienes públicos.

La información es, un bien público, ya que suministra información a una persona más no supone reducir la cantidad que tienen otras.

La intervención del Estado para remediar los fallos de la información va más allá de estas sencillas medidas de protección del consumidor y del interversor.

El mercado competitivo ofrece incentivos a las empresas para que revelen la información pertinente. Además, los consumidores prestan escasa atención a la información que la ley obliga a las empresas a revelar.

Habitualmente, establecen normas en relación con el etiquetado de los productos, con la información sobre el contenido, la fecha de caducidad, etc.

Por ejemplo, los Gobiernos suelen exigir que los prestamistas informen a los prestatarios del verdadero ripo de interés de sus préstamos.

Mercados incompletos
Siempre que los mercados privados no suministran un bien o un servicio, aun cuando el coste de suministrarlo sea inferior a lo que los consumidores están dispuestos a pagar, existe un fallo en el mercado.

Mercados complementarios

Uno de los objetivos de los organismos públicos de urbanismo es asumir ese papel coordinador (si los mercados fueran completos, los precios que se fijaran en ellos desempeñarían esta función de "coordinación").

Existen muchos casos en los que es necesaria una coordinación a gran escala, especialmente en los países menos desarrollados, para lo cual quizá sea precisa una cierta planificación estatal.

Si los dos empresarios pudieran unirse, habría un buen mercado para el café con azúcar. Actuando por separado ninguno de los dos podría servir al interés público, pero sí actuando conjuntamente.

Dado que no se produce azúcar, un empresario que estuviera considerando la posibilidad de producir café desistiría, ya que se daría cuenta de que no vendería nada; lo mismo ocurriría si un empresario estuviera considerando la posibilidad de producir azúcar, ya que también se daría cuenta de que no vendería nada, al no venderse café.

Supongamos que a la gente solo le gusta el café con azúcar y que sin café no hay mercado de azúcar.

Mercados de seguros y de capitales

El tercer grupo de explicaciones gira en torno a las asimetrías de información y los costes de velar por el cumplimiento de los contratos.

La introducción de nuevos productos está relacionada con los costes de transacción. Gestionar los mercados, velar por el cumplimiento de los contratos e introducir nuevas pólizas de seguro tiene costes.

Una propuesta es la Innovación. Hay innovaciones en la creación de nuevos mercados, incluida la intervención de nuevos títulos y de nuevas pólizas de seguros.

Las razones por las que los mercados de capitales y de seguros son imperfectos han constituido el tema de muchas investigaciones en las dos últimas décadas.

El Estado ha intervenido activamente no solo para resolver las deficiencias de los mercados de riesgos sino también para paliar las imperfecciones de los mercados de capitales.

El Estado también proporciona un seguro a los agricultores, debido en parte a que los mercados no lo hacen; proporciona un seguro de desempleo.

Los Gobiernos han puesto en marcha toda una variante de programas de seguros, motivados, al menos en parte, por este fallo: han creado fondos de garantía de depósitos para asegurar a los depositantes contra la posible pérdida de ahorros provocada por la insolvencia de los bancos.

El mercado privado no proporciona un seguro para muchos riesgos importantes a que se enfrenta la gente, si bien hoy la situación está mucho mejor en este terreno que hace cincuenta años.

Externalidades
Cuando los actos de una persona o de una empresa afectan a otras personas o a otras empresas, en los que una empresa genera un beneficio a otras pero no recibe ninguna retribución a cambio.

Siempre que hay actividades que generan externalidades de ese tipo, la asignación de los recursos que realiza el mercado puede no ser eficiente.

Existe un gran número de ejemplos de externalidades: un automóvil adicional en una autopista congestionada aumenta la congestión, tanto reduciendo la velocidad a la que pueden circular en condiciones de seguridad otros conductores, como aumentando las probabilidades de que ocurra un accidente.

Los casos en los que los actos de una persona benefician a otra son externalidades positivas.

Los casos en los que los actos de una persona imponen costes a otras se denominan externalidades negativas.

Bienes públicos
Existen algunos bienes que, o no son suministrados por el mercado o, si lo son, la cantidad suministrada es insuficiente.

El hecho de que los mercados privados no suministren bienes públicos o suministren demasiado pocos justifica muchas de las actividades del Estado.

El mercado, o bien no suministra los bienes públicos puros, o bien no los suministra en una cantidad suficiente.

Si colocamos un faro en una zona rocosa para que nuestros barcos puedan navegar sin peligro, es difícil o imposible impedir que lo utilicen otros que naveguen por esa zona.

En general es difícil o imposible impedir que se disfrute de un bien público puro.

El hecho de que in individuo adicional disfrute del bien tiene un coste marginal nulo.

No cuesta nada que otra persona más disfrute de sus ventajas.

Fallo de la competencia
Para que los mercados sean eficientes en el sentido de Pareto, tiene que haber competencia perfecta, es decir, ha de existir un número suficientemente grande de empresas que crean cada una de ellas que no pueden influir en los precios.

Si hay un monopolio natural con unos costes medios decrecientes y con unos costes marginales inferiores a los costes medios, la competencia no es viable.

En condiciones de competencia imperfecta, las empresas igualan el ingreso adicional que obtienen por la venta de una unidad más y el coste marginal.

Algunas imperfecciones de la competencia se deben a la intervención del Estado. Éste concede patentes a los innovadores, lo que hace que la competencia en el mercado de productos no sea perfecta.

Las empresas pueden adoptar conductas estratégicas para disuadir a la competencia. Pueden amenazar con bajar los precios si entran rivales en el sector y esas amenazas pueden ser creíbles y servir para disuadir a otras empresas de entrar.

Puede haber un monopolio natural, situación en la que es más barato que una única empresa lo produzca todo.

Cuando los costes medios de producción disminuyen a medida que una empresa produce más, las grandes empresas tienen una ventaja competitiva frente a las pequeñas.

Son varias las razones por las que la competencia puede ser limitada.

En todos estos casos, la situación se aleja del ideal de la competencia perfecta, en el que cada empresa es tan pequeña que cree que no puede hacer nada para influir en los precios.

Cuando hay muchas empresas y cada una puede producir un bien algo distinto y pueden pensar, se enfrentar a una curva de demanda de pendiente negativa, los economistas la llaman competencia monopolística.

Cuando hay pocas empresas, los economistas las denominan oligopolio.

Cuando hay una única empresa en el mercado, los economistas la llaman monopolio.

Derechos de propiedad y cumplimiento de los contratos

Las actividades del Estado destinadas a proteger a los ciudadanos y la propiedad, a velar por el cumplimiento de los contratos y a definir los derechos de propiedad son actividades que sientan las bases en las que se apoyan todas las economías de mercado.

La gente no tendría suficientes incentivos para ahorrar e invertir si no estuviera protegida la propiedad privada, ya que podrían quedarse sin sus ahorros.

Asimismo, si la gente realiza transacciones entre sí, debe velarse por el cumplimiento de los contratos que firman.

En las economías de mercado, los beneficios de esas mejoras se reflejan en el precio de mercado de la propiedad.

En los antiguos países comunistas, los derechos de propiedad no estaban bien definidos, por lo que la gente no tenía suficientes incentivos para conservar o mejorar sus viviendas.

En algunas sociedades, los campos son de propiedad común; todo el mundo puede llevar su ganado a pastar en ellos. Como nadie tiene el derecho de propiedad de los campos, nadie tiene incentivos para conseguir que no se paste excesivamente.

Para que funcionen los mercados, tiene que haber un Estado que defina los derechos de propiedad y vele por el cumplimiento de los contratos.

Capítulo 4: Fallas del mercado

Resumen

El principio de Pareto se basa en valores individualistas. Siempre que un cambio puede mejorar el bienestar de algunas personas sin empeorar el de ninguna otra, debe adoptarse.

La eficiencia en el sentido de Pareto exige que haya eficiencia en el intercambio, eficiencia en la producción y eficiencia en la combinación de productos.

El principio de la soberanía del consumidor sostiene que los individuos son quienes mejor juzgan sus propias necesidades y placeres.

Las asignaciones de los recursos que tienen la propiedad de no poder mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra se denominan asignaciones eficientes en el sentido de Pareto.

La eficiencia en la combinación de productos exige que la relación marginal de transformación sea igual a la relación marginal de sustitución de los individuos. Los mercados competitivos tienen eficiencia en la combinación de productos.

La eficiencia en la producción exige que, dado el conjunto de recursos, la economía no pueda producir una cantidad mayor de un bien sin reducir la producción de algún otro: la economía debe encontrarse en su curva de posibilidades de producción.

La eficiencia en el intercambio significa que dado el conjunto de bienes existe en la economía, no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra, exige que todas las personas tengan la misma relación marginal de sustitución entre cualquier par de bienes.

Los teoremas fundamentales de la economía del bienestar establecen las condiciones en las que una economía competitiva es eficiente en el sentido de Pareto y en las que toda asignación eficiente en el sentido de Pareto puede obtenerse a través de los mercados, siempre que estén redistribuidas debidamente las dotaciones iniciales.

Eficiencia en la combinación de productos

En los mercados competitivos ideales, se satisfacen las tres condiciones para que haya eficiencia en el sentido de Pareto.

Dado que tanto las relaciones marginales de sustitución como la relación marginal de transformación son iguales a la relación de precios, la relación marginal de transformación debe ser igual a las relaciones marginales de sustitución de los consumidores.

En el punto de tangencia, las pendientes de la curva de indiferencia y la curva de posibilidades de producción son iguales.

La pendiente de la curva de posibilidades de producción se denomina relación marginal de transformación.

La utilidad se maximiza en el punto de tangencia de la curva de indiferencia con la curva de posibilidades de producción.

A partir de la tecnología podemos averiguar cuál es el nivel viable máximo de producción de un bien correspondiente a cada nivel de producción del otro bien. De esta manera se obtiene la curva de posibilidades de producción.

Para elegir la mejor combinación de bienes, es necesario averiguar qué es técnicamente viable y cuáles son las preferencias de los individuos.

Eficiencia en la producción

Que todas las empresas tengan la misma relación marginal de sustitución técnica es la condición necesaria para que haya eficiencia en la producción.

En una economía competitiva, todas las empresas se enfrentan a los mismos precios, por lo que todas las que utilizan trabajo y tierra fijan una relación marginal de sustitución técnica igual a la misma relación de precios.

La relación marginal de sustitución técnica es la pendiente de una isocuanta y es decreciente.

Las isocuantas son para el análisis de la producción lo que las curvas de indiferencia para el análisis del consumo.

La recta isocoste indica las diferentes combinaciones de factores que le cuestan lo mismo a la empresa. La pendiente de la recta isocoste es el precio relativo de los dos factores.

A lo largo de la frontera de posibilidades de producción, la economía no puede producir una cantidad mayor de un bien sin reducir a alguna cantidad del otro, dada una cantidad fija de recursos.

Si una economía no es eficiente en la producción, podrá producir una cantidad mayor de un bien sin reducir la de otros.

Eficiencia en el intercambio

Los mercados competitivos son eficientes en el intercambio.

Dado que en una economía competitiva todos los consumidores se enfrentan a los mismos precios y cada uno iguala su relación marginal de sustitución y la relación de precios, todos tienen la misma relación marginal de sustitución.

La pendiente de la curva de indiferencia es igual a la relación marginal de sustitución.

La eficiencia en el intercambio exige que todas las personas tengan la misma relación marginal de sustitución.

La eficiencia en el intercambio exige, pues, que no sea posible realizar intercambios que mejoren el bienestar de ambas partes.

La eficiencia en el intercambio se refiere a la distribución de los bienes.

En el punto de tangencia, la pendiente de la curva de indiferencia es idéntica a la pendiente de la restricción presupuestaria. Pero la pendiente de la curva de indiferencia es la relación marginal de sustitución y la pendiente de la restricción presupuestaria es la relación de precios.

Las curvas de indiferencia indican las combinaciones de bienes entre las que una persona es indiferente o que reportan el mismo nivel de utilidad.

La cantidad de un bien a la que una persona está dispuesta a renunciar a cambio de una unidad de otro se denomina relación marginal de sustitución.

Dado un conjunto de bienes, la eficiencia establece que esos bienes se distribuyen de tal forma que no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra.

La curva de posibilidades de utilidad

El primer teorema de la economía del bienestar establece que una economía competitiva debe encontrarse sobre la frontera de posibilidades de utilidad; el segundo establece que podemos alcanzar cualquier punto de la frontera utilizando los mercados competitivos, siempre que redistribuyamos correctamente las dotaciones iniciales.

Si se encontrara en un punto por debajo de la frontera sería posible aumentar la utilidad de Viernes o de Crusoe sin reducir la del otro o aumentar la utilidad de los dos.

Si una economía es eficiente en el sentido de Pareto, debe encontrarse a lo largo de la frontera de posibilidades de utilidad.

Una economía es eficiente en el sentido de Pareto si no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra. Es decir, no podemos aumentar la utilidad de Viernes sin reducir la de Crusoe.

La curva de posibilidades de utilidad representa el nivel máximo de utilidad que pueden alcanzar dos consumidores.

Los economistas denominan a la utilidad como la satisfacción que reporta a una persona el consumo de una determinad combinación de bienes. Si obtiene más bienes, su utilidad aumenta.

Análisis de la eficiencia económica

Si a mí me gusta el helado de chocolate y a ti el de vainilla, yo debo recibir el de chocolate y tú el de vainilla.

En primer lugar, la economía debe lograr la eficiencia en el intercambio, es decir, los bienes deben ir a parar a las personas que más lo valoren.

Los economistas consideran tres aspectos de la eficiencia en el sentido de Pareto.

Si éstos valoran mucho el helado en relación con las manzanas y si el coste de producir el helado es bajo con relación al de las manzanas, debe producirse más helado.

En tercer lugar, la economía debe lograr la eficiencia en la combinación de productos de tal manera que los bienes producidos sean los que desean los individuos.

En segundo lugar, debe haber eficiencia en la producción. Dados los recursos de la sociedad, no debe ser posible producir una cantidad mayor de un bien sin reducir la de otro.

La eficiencia desde la perspectiva de un único mercado

Eficiencia y equilibrio

El equilibrio del mercado se encuentra en el punto en que la demanda es igual a la oferta. En ese punto, el beneficio marginal y el coste marginal son iguales al precio, por lo que el beneficio marginal es igual al coste marginal, que es precisamente la condición que exige la eficiencia económica.
Si el beneficio marginal fuera menor que el coste marginal, mejoraría el bienestar de la sociedad reduciendo la producción del bien.
Si el beneficio marginal fuera superior al coste marginal, mejoraría el bienestar de la sociedad produciendo una mayor cantidad.
La eficiencia requiere que el beneficio marginal correspondiente a la producción de una unidad más de un bien sea igual a su coste marginal.

Curva de oferta

Para decidir la cantidad que van a producir, las empresas competitivas igualan el beneficio marginal (adicional) que obtienen produciendo una unidad más -precio que perciben- y el coste marginal (adicional) de producirla.
La curva de oferta normalmente tiene pendiente positiva: cuando suben los precios, las empresas están dispuestas a ofrecer una cantidad mayor del bien.
La curva de oferta del mercado suma simplemente las curvas de oferta de todas las empresas: indica la cantidad total del bien que están dispuestas a ofrecer las empresas de una economía a cada precio.
La curva de oferta de una empresa indica la cantidad que está dispuesta la empresa a ofrecer del bien a cada precio.

Curva de demanda

Para decidir la cantidad que demanda, cada individuo iguala el beneficio marginal (adicional) que obtiene consumiendo una unidad más y el coste marginal (adicional) de comprarla. El coste marginal es simplemente el precio que tiene que pagar.
Normalmente tiene pendiente negativa: cuando suben los precios, la gente demanda una cantidad menor del bien.
La curva de demanda del mercado suma simplemente las curvas de demanda de todas las personas: indica la cantidad total que la gente está dispuesta a comprar del bien a cada uno de los precios posibles.
La curva de demanda de una persona indica la cantidad que está dispuesta a demandar de un bien a cada precio.

Los teoremas fundamentales de la economía del bienestar

Dos de los resultados más importantes de la economía del bienestar describen la relación entre los mercados competitivos y la eficiencia en el sentido de Pareto.

Segundo teorema
Plantea la pregunta contraria. Hay muchas distribuciones eficientes en el sentido de Pareto. Transfiriendo riqueza de una persona a otra, mejoramos el bienestar de la segunda y empeoramos el de la primera.

Para asignar eficientemente los recursos con la distribución deseada de la renta, no es necesario que exista un planificador central que posea toda la sabiduría que pueda conferirle un economista teórico o un socialista utópico.

En un sistema descentralizado, las decisiones relacionadas con la producción y el consumo son tomadas por las empresas e individuos que integran la economía. En un mecanismo de asignación centralizado, en cambio, las decisiones se concentran en un único organismo, la agencia de planificación central o un planificador central.

Este teorema tiene una importante implicación: todas y cada una de las asignaciones eficientes en el sentido de Pareto pueden alcanzarse por medio de un mecanismo de mercado descentralizado.

Toda asignación de los recursos eficiente en el sentido de Pareto puede conseguirse a través de unos mercados competitivos con una redistribución inicial de la riqueza. Por lo tanto, si no nos gusta la distribución de la renta generada por el mercado competitivo, no tenemos por qué renunciar a utilizar los mercados competitivos.

Si transferimos riqueza de las personas a las que les gusta el helado de chocolate a las personas a las que les gusta el de vainilla, en el nuevo equilibrio se producirá más helado de vainilla y menos de chocolate. Pero no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona en el nuevo equilibrio sin empeorar el de alguna otra.

Tras redistribuir la riqueza, si dejamos que actúen libremente las fuerzas de la competencia, obtendremos una asignación de los recursos eficiente en el sentido de Pareto.

Primer teorema
Dice que si la economía es competitiva (y satisface algunas otras condiciones), es eficiente en el sentido de Pareto.

Eficiencia en el sentido de Pareto e individualismo

Esta idea es coherente con el principio general de la soberanía del consumidor, según el cual los individuos son los que mejor pueden juzgar sus propias necesidades y deseos, quienes saben qué es lo que redunda en su propio beneficio.

Los países menos desarrollados suelen atravesar periodos de rápido crecimiento durante los cuales mejora el bienestar de todos los grandes segmentos de la sociedad, pero la renta de los ricos aumenta más deprisa que la de los pobres.

En primer lugar, se ocupa del bienestar de cada persona, no del bienestar relativo de las diferentes personas.

El criterio de la eficiencia en el sentido de Pareto tiene una importante propiedad que es necesario comentar. Es individualista en dos sentidos.

En segundo lugar, lo que cuenta es la percepción que tiene cada persona de su propio bienestar.

No le preocupa explícitamente la desigualdad. Por ejemplo, un cambio que mejorara el bienestar de los ricos pero no afectara a los pobres sería una mejora en el sentido de Pareto (crean tensiones sociales negativas).

La economía del bienestar y la eficiencia en el sentido de Pareto

Un conjunto de cambios puede constituir una mejora en el sentido de Pareto aunque cada uno de ellos por separado no lo constituya.

Los economistas siempre están buscando mejoras en el sentido de Pareto. La creencia de que ésas son mejoras que deben realizarse se conoce con el nombre de Principio de Pareto.

En verano, es usual que se formen largas colas en los peajes. Si se subiera el peaje en esos momentos y se utilizaran los ingresos para instalar más cabinas o contratar más cobradores en las horas punta, es posible que mejorara el bienestar de todo el mundo. La gente preferiría pagar más a cambio de esperar menos.

Las asignaciones de recursos que tienen la propiedad de que no es posible mejorar el bienestar de ninguna persona sin empeorar el de alguna otra se dice que son eficientes en el sentido de Pareto u óptimas en el sentido de Pareto.

La mayoría de los economistas defiende un criterio llamado eficiencia en el sentido de Pareto en honor al economista y sociólogo Vilfredo Pareto (1848-1923).

La mayoría de las economías occidentales son mixtas, es decir, el Estado toma algunas decisiones, pero son las empresas y los hogares los que toman la mayoría de ellas.

La cuestión normativa más importante para la economía del bienestar es cómo debe gestionarse una economía: qué debe producirse, cómo debe producirse, para quién y quién debe tomar estas decisiones.

La economía del bienestar es la rama de la economía que se ocupa de lo que se denomina cuestiones normativas.

Nombre: Daniela Villavicencio Paralelo: E5-001 Fecha: 18/02/2021

Nombre: Daniela Villavicencio Paralelo: E5-001 Fecha: 12/03/2021

Nombre: Daniela Villavicencio Paralelo: E5-001 Fecha: 26/03/2021

La mano invisible de los mercados competitivos

En 1976, Adam Smith afirmó en "La Riqueza de las Naciones" que la competencia inducía a los individuos a la búsqueda de sus propios intereses privados, a fomentar el interés público, como si fuesen conducidos por una mano invisible.

La mayoría de los economistas está de acuerdo en que las fuerzas competitivas generan un elevado grado de eficiencia y en que la compe-tencia estimula en buena medida la innovación.
Ninguna comisión gubernamental tiene que decidir si debe producirse o no una mercancía: se producirá si pasa la prueba del mercado, es decir, si lo que los consumidores están dispuestos a pagar por ella es superior a sus costes de producción.
La búsqueda de beneficios por parte de las empresas es, pues, una búsqueda de métodos de producción más eficientes y de nuevas mercancías que satisfagan mejor las necesidades de los consumidores.
Los empresarios, en su deseo de hacer dinero, siempre están a la caza de oportunidades. Si el valor que tiene un deter-minado bien para un consumidor es superior al coste de producción, el empresario tiene la posibilidad de obtener un beneficio, por lo que se decidirá a producirlo.
La idea de Smith se basaba en que si existe algún bien o servicio que la gente valora pero que actualmente no se produce, se estará dispuesto a pagar algo por él.
El egoísmo es una característica de la naturaleza humana mucho más persistente que la preocupación por hacer el bien y, por lo tanto, constituye una base más sólida para organizar la sociedad.
Smith sostenía que no es necesario recurrir ni al Estado ni a ningún sentimiento moral para hacer el bien. Mantenía que se sirve al interés público simplemente cuando cada individuo hace lo que redunda en su propio beneficio.
Aunque algunos países se habían beneficiado del activo papel del Estado, otros, en los que éste se había mostrado más pasivo, también habían prosperado. Además, algunos países que tenían un Gobierno fuerte y activo no habían florecido, al dilapidar sus recursos en guerras o en proyectos infructuosos.
Esta teoría era apoyada por la escuela mercantilista de los siglos XVII y XVIII, que era partidaria de una intervención firme del Estado para fomentar la industria y el comercio.
Estaba muy extendida la creencia de que para servir de la mejor manera posible los intereses del pueblo era necesaria la intervención del Estado.
La importancia de la teoría de Smith se comprende analizando las ideas sobre el papel del Estado que reinaban antes de Smith.

Capítulo 3: La eficiencia del mercado

UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS CARRERA DE ECONOMÍA TEORÍA Y POLÍTICA FISCAL