Durante el siglo XIX en Argentina, dos corrientes políticas principales se enfrentaron por el control y la estructura del país: los unitarios y los federales. Los unitarios abogaban por un gobierno centralizado con sede en Buenos Aires, debido a su importancia histórica y económica.
Defendían en lo económico el libre comercio y proponían la creación de un banco central para emitir moneda propia.
Su militancia era mayormente capitalina y estaba conformada por miembros de las clases sociales medias y altas, así como de los intelectuales y los militares.
Consideraban que la nación era preexistente a las provincias, o sea, que estas últimas eran apenas divisiones del territorio nacional y no estados propiamente dichos.
Estaban en su mayoría ubicados en la provincia de Buenos Aires, capital del virreinato colonial, aunque tenían seguidores en las demás provincias.
Defendían la necesidad de que la Provincia de Buenos Aires, por su importancia económica, histórica y estratégica, tuviera el dominio administrativo sobre el resto de las Provincias.
Federalismo
Su militancia provenía mayormente del ámbito rural y campesino, así como el “gauchaje” popular. También los grandes caudillos regionales y algunos intelectuales.
Entendían el país como la unión voluntaria de un conjunto de provincias, que tenían mucho más que ganar estando juntas. Sus posiciones podían ser muy diversas entre sí, pero en general su modelo de país se inspiraba en los Estados Unidos.
Estaban dispersos a lo largo de las distintas provincias que componían el territorio nacional y tenían agendas y consideraciones políticas propias.
Defendían la necesidad de un gobierno federativo, en el que las provincias conservaran su autonomía administrativa y el gobierno nacional funcionara de acuerdo a las distintas posiciones internas.