por alexis martinez 2 anos atrás
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Este muy humano príncipe [Constancio], aunque éramos parientes cercanos, nos trató del siguiente modo. Sin juicio alguno mató a seis primos comunes, a mi
padre, que era su tío, a otro tío nuestro por parte de padre, y a mi hermano mayor. Juliano el Apóstata
Basilio de Cesarea, el obispo cristiano que había sido condiscípulo de Juliano en Atenas, había tenido una visión en la que San Mercurio, uno de los viejos mártires de Cesarea, descendía del cielo y atravesaba el corazón de Juliano con una lanza. La visión de Basilio no se cumplió, pero poco después, cuando Juliano dirigía sus tropas en una campaña contra los persas, fue alcanzado por una lanza enemiga, y murió. Se cuenta que sus últimas palabras fueron “¡Venciste, Galileo!”, pero esto no es sino una leyenda poco digna de crédito.
Esa política consistió, por una parte, en restaurar la perdida gloria del paganismo y, por otra, en impedir el progreso del cristianismo.
De toda aquella familia, sólo sobrevivieron Juliano y su medio hermano Galo, varios años mayor que él. Juliano después pensó que se les había perdonado la vida porque los soldados tuvieron misericordia de su tierna edad seis años y de la enfermedad al parecer mortal de su hermano.
Pero tan pronto como ese peligro se disipó, marchó a enfrentarse con Juliano y sus soldados rebeldes. Cuando la guerra parecía inevitable, y ambos bandos se preparaban para una lucha sin cuartel, Constancio murió, y Juliano no tuvo mayores dificultades en marchar a Constantinopla y adueñarse de todo el Imperio. Era el año 361
Lo que se debate entre los donatistas y nosotros es dónde está este cuerpo de Cristo que es la iglesia. ¿Hemos de buscar la respuesta en nuestras propias palabras, o en las de la cabeza del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo? Agustín de Hipona
El donatismo y en particular los donatistas radicales, o circunceliones fue una reacción más a las nuevas circunstancias producidas por la conversión de Constantino. Mientras algunos recibieron el nuevo orden con los brazos abiertos, y otros protestaron retirándose al desierto, los donatistas sencillamente rompieron con la iglesia que se había aliado al Imperio.
Si miro hacia el oriente, si miro hacia el occidente, si miro por toda la tierra, y hasta si miro al cielo, siempre y por doquier veo al bienaventurado Constantino dirigiendo el mismo imperio. Eusebio de Cesarea
No me interesa sino la ley de Dios, que he aprendido. Esa es la ley que obedezco, por la que he de morir, y en la que he de triunfar. Aparte de esa ley, no hay más ninguna. Télica, mártir
La presente confesión de fe ante las autoridades ha sido tanto más ilustre y honrosa por cuanto el sufrimiento fue mayor. La lucha arreció, y se acrecentó la gloria de los que luchaban. Cipriano de Cartago
El más famoso de los martirios de esa época es el de Perpetua y Felicidad, que tuvo lugar alrededor del año 203.
El error nunca se presenta en toda su desnuda crudeza, a fin de que no se le descubra. Antes bien se viste elegantemente, para que los incautos crean que es más verdadero que la verdad misma. Ireneo de Lión
El gnosticismo no fue un grupo u organización compacta que surgió frente a la iglesia, sino que fue más bien todo un movimiento que existió tanto dentro del cristianismo como fuera de él, y que dentro del cristianismo trataba de reinterpretar la fe en términos que resultaban inaceptables para los demás cristianos.
Estoy empezando a ser discípulo... El fuego y la cruz, muchedumbres de fieras, huesos quebrados todo he de aceptarlo, con tal que yo alcance a Jesucristo. Ignacio de Antioquía
El siglo segundo comienza a ofrecernos algunos atisbos de la actitud de los paganos ante los cristianos, y muy especialmente de la actitud de los gobernantes.
Alrededor del año 107, por motivos que desconocemos, el anciano obispo de Antioquía, Ignacio, fue acusado ante las autoridades y condenado a morir por negarse a adorar los dioses del Imperio.
no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Romanos 1. 16
sabemos que algunos de los apóstoles particularmente Pedro, Juan y Pablo viajaron predicando el evangelio y supervisando la vida de las iglesias que habían sido fundadas por otros. Es posible que algunos otros apóstoles, como Tomás, hayan hecho lo mismo. Pero de la mayoría de ellos no tenemos más que leyendas que reflejan una época posterior, cuando se creía que los apóstoles se dividieron la labor misionera por todo el mundo, y que cada cual salió en una dirección distinta. Al parecer, la mayor parte del trabajo misionero no fue llevada a cabo por los doce, sino por otros cristianos que por diversas razones .persecución, negocios o vocación misionera iban de lugar en lugar llevando su fe.
A pesar de toda la importancia de la labor misionera del apóstol Pablo, la gran contribución de Pablo no fue ésta, sino sus cartas que han venido a formar parte de nuestras Escrituras, y que a través de los siglos han ejercido su influjo sobre la vida de la iglesia.
En cuanto a la labor misionera en sí, ésta fue llevada a cabo por algunas personas cuyos nombres conocemos Pablo, Bernabé, Marcos, etc. pero también por centenares de cristianos anónimos que iban de un lugar a otro llevando su fe y su testimonio.
Lo que todo esto nos da a entender es que, aunque la primera expansión del cristianismo tuvo lugar a través de los cristianos de tendencia helenizante que tuvieron que huir de Jerusalén, la iglesia en la Ciudad Santa le dio su aprobación a la misión entre los gentiles.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley. Gálatas 4. 4
El Imperio Romano le había dado a la cuenca del Mediterráneo una unidad política nunca antes vista. La política del Imperio fue fomentar la mayor uniformidad posible sin hacer excesiva violencia a las costumbres de cada región.
Esto se hacía mediante el sincretismo y el culto al emperador.
El sincretismo, que consiste en la mezcla indiscriminada de religiones, fue característica de la cuenca del Mediterráneo a partir del siglo III a.C.
El sincretismo de la época también se manifestaba en lo que los historiadores de hoy llaman “religiones de misterio”, o sencillamente “misterios”. Estas religiones no centraban su fe en los viejos dioses del Olimpo —Zeus, Poseidón, Afrodita, etc.— sino en otros dioses de carácter más personal.
Los judíos de la “Dispersión” o de la “Diáspora"! Que así se les llamó! no construyeron templos en los cuales ofrecer sacrificios, sino más bien sinagogas en las que se estudiaban las Escrituras.
El judaísmo le proporcionó a la iglesia la traducción del Antiguo Testamento al griego que fue uno de los principales vehículos de su propaganda religiosa.
Este judaísmo se distinguía de su congénere en Palestina principalmente por dos características: su uso del idioma griego, y su contacto inevitablemente mayor con la cultura helenista.
Para los judíos el helenismo no era una bendición. Puesto que parte de la ideología helenista consistía en equiparar y confundir los dioses de diversos pueblos, los judíos veían en él helenismo una seria amenaza a la fe en el Dios único de Israel. Por ello, la historia de Palestina desde la conquista de Alejandro hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. puede verse como el conflicto constante entre las presiones del helenismo por una parte y la fidelidad de los judíos a su Dios y sus tradiciones por otra.
Los resultados de la encarnación del Salvador son tales y tantos que quien intente enumerarlos podría compararse a quien contempla la vastedad del mar y trata de contar sus olas. Atanasio de Alejandría.
Entre las muchas personas que asistieron al Concilio de Nicea se encontraba un joven diácono alejandrino de tez oscura, y tan corto de estatura que sus enemigos se burlaban de él llamándole enano.
Atanasio nunca vio el triunfo final de la causa nicena. Pero quien lea sus obras se percatará de que su convencimiento de la justicia de esa causa era tal que siempre confió que, antes o después de su muerte, la fe nicena se impondría.
El regreso de Atanasio a Alejandría no fue el fin, sino el comienzo de toda una vida de luchas y de exilios repetidos. En Alejandría había algunos que apoyaban a los arrianos, y que ahora decían que Atanasio no era el obispo legítimo de esa ciudad. Quien pretendía tener derecho a ese cargo era un tal Gregorio, arriano, que contaba con el apoyo del gobierno. Puesto que Atanasio no quería entregarle las iglesias, Gregorio se decidió a tomarlas por la fuerza, y en consecuencia se produjeron tales desmanes que Atanasio decidió que, a fin de evitar más ultrajes y profanaciones, era mejor que él se ausentara de la ciudad y le dejara el campo libre a Gregorio.
Sobre la base de este entendimiento, la mayoría de la iglesia se fue reuniendo de nuevo en su apoyo al Concilio de Nicea, hasta que —según veremos más adelante— el Segundo Concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el 381, ratificó la doctrina nicena. Empero Atanasio no viviría para ver el triunfo final de la causa a que había dedicado casi toda su vida.
Eusebio de Nicomedia y los demás dirigentes arrianos sabían que Atanasio era uno de sus enemigos más temibles. Por tanto, pronto empezaron a hacer todo lo posible por destruirle, haciendo circular rumores en el sentido de que practicaba la magia, y que tiranizaba a sus súbditos entre los cristianos del Egipto.
Nos es imposible saber el lugar y la fecha exactos del nacimiento de Atanasio, aunque parece haber sido en una pequeña aldea o ciudad de poca importancia a orillas del Nilo, alrededor del año 299. Puesto que hablaba el copto, que era el idioma de los habitantes originales de la región que habían sido conquistados por los griegos y los romanos, y puesto que su tez era oscura, como la de los coptos, es muy probable que haya pertenecido a ese grupo, y que por tanto su procedencia social se encuentre en las clases bajas del Egipto.
Y [creemos] en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consubstancial al Padre. Credo de Nicea
El Concilio de Nicea no puso fin a la discusión. Eusebio de Nicomedia era un político hábil y además parece haber sido pariente lejano de Constantino. Su estrategia fue ganarse de nuevo la simpatía del emperador, quien pronto le permitió regresar a Nicomedia.
El concilio se reunió por fin en la ciudad de Nicea, en el Asia Menor y cerca de Constantinopla, en el año 325. Es esta asamblea la que la posteridad conoce como el Primer Concilio Ecuménico es decir, universal.
Pero la cuestión más escabrosa que el Concilio de Nicea tenía que discutir era la controversia arriana.
Las raíces de la controversia arriana se remontan a tiempos muy anteriores a Constantino, pues se encuentran en el modo en que, a través de la obra de Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes y otros, la iglesia entendía la naturaleza de Dios.
La controversia surgió en la ciudad de Alejandría, cuando Licinio gobernaba todavía en el este y Constantino en el oeste. Todo comenzó en una serie de desacuerdos teológicos entre Alejandro, obispo de Alejandría, y Arrió, uno de los presbíteros más prestigiosos y populares de la ciudad.
Arrió decía que el Verbo no era Dios, sino que era la primera de todas las criaturas. Nótese que lo que Arrió decía no era que el Verbo no hubiera preexistido antes del nacimiento de Jesús. En esa preexistencia todos estaban de acuerdo. Lo que Arrió decía era que el Verbo, aún antes de toda la creación, había sido creado por Dios. Alejandro decía que el Verbo, por ser divino, no era una criatura, sino que había existido siempre con Dios.
Los monjes que se apartan de sus celdas, o buscan la compañía de las gentes, pierden la paz, como el pez pierde la vida fuera del agua. Antonio el Ermitaño
las raíces del movimiento monástico no se encuentran exclusivamente en Egipto, fue esa región la que le dio mayor impulso al monaquismo en el siglo IV. De todas partes del mundo iban a Egipto personas devotas, algunas para permanecer allí, y otras para regresar a sus propias tierras llevando consigo los ideales y las prácticas que habían aprendido en el desierto. De Siria, del Asia Menor, y hasta de Mesopotamia, vinieron a orillas del Nilo gentes que pronto esparcieron las historias y las leyendas de Pablo, Antonio, Pacomio y otros.
El número creciente de personas que se retiraban al desierto, y el deseo de casi todas ellas de allegarse a un maestro experimentado, darían origen a un nuevo tipo de vida monástica.
Este género de vida pronto dio lugar a una nueva forma de orgullo. Con el correr de los años muchos monjes llegaron a pensar que, puesto que su vida mostraba un nivel de santidad más elevado que el de los obispos y demás dirigentes de la iglesia, eran ellos, y no esos dirigentes, quienes debían decidir en qué consistía la verdadera doctrina cristiana.
El monaquismo tiene dos orígenes paralelos, uno proveniente de dentro de la iglesia, y otro de fuera. De dentro de la iglesia, el monaquismo se nutrió de las palabras del apóstol Pablo, y la experiencia de la iglesia misma, en el sentido de que quienes no se casaban podían servir más libremente al Señor.
De fuera, la iglesia recibió ideas, ejemplos y doctrinas que también impulsaron el movimiento monástico.
La bondad eterna, santa e incomprensible de Dios no nos permite vagar en las sombras, sino que nos muestra el camino de salvación Esto lo he visto tanto en otros como en mí mismo. Constantino
El impacto de la conversión de Constantino sobre la vida de la iglesia fue tan grande que se hará sentir a través de todo el resto de nuestra narración, hasta nuestros días.
Acerca de la conversión de Constantino se ha escrito y discutido muchísimo. Poco después de los hechos, hubo escritores cristianos, según veremos en el próximo capítulo, que intentaron mostrar que esa conversión era el punto culminante de toda la historia de la iglesia. Otros han dicho que Constantino no era sino un hábil político que se percató de las ventajas que una conversión podría acarrearle, y que por tanto decidió uncir su carro a la causa del cristianismo
no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles, antes lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte. 1 Corintios 1:26–27
la iglesia cristiana antigua estaba formada en su mayoría por gentes humildes para quienes el hecho de haber sido adoptadas como herederas del Rey de Reyes era motivo de gran regocijo. Esto puede verse en su culto, en su
arte y en muchas otras manifestaciones. La vida cotidiana de tales cristianos se desenvolvía en la penumbra rutinaria en que viven los pobres de todas las sociedades. Pero aquellos cristianos vivían en la esperanza de una nueva luz que vendría suplantar la luz injusta e idólatra de la sociedad en que vivían.
El enorme crecimiento numérico de la iglesia en los primeros siglos nos lleva a preguntarnos qué métodos misioneros empleó la iglesia en su expansión. Y la respuesta puede sorprendernos, pues la iglesia de los primeros siglos no conoció los cultos evangelísticos que se han hecho tan comunes durante los dos últimos siglos. Al contrario, en la iglesia antigua el culto, según hemos indicado, consistía principalmente en la comunión, y a ésta sólo se admitían los cristianos que habían sido bautizados. Por tanto, el evangelismo no tenía lugar en las iglesias, sino, como indica Celso, en las cocinas, los talleres y los mercados
Quien no ha aprendido la palabra, puede escudarse tras su propia ignorancia. Pero quien la ha escuchado, y persiste en su incredulidad, recibirá más daño mientras mayor sea su sabiduría. Clemente de Alejandría
Ireneo es el defensor de la doctrina tradicional de la iglesia, el pastor que se preocupa porque la sana doctrina prevalezca en su iglesia. Tertuliano es también defensor de la doctrina tradicional; pero su propio legalismo en esa defensa le lleva a la larga a romper con la misma iglesia que pretendía defender. Clemente y Orígenes son más pensadores que pastores y, aunque se ocupan de defender la fe frente a los paganos, su verdadera preocupación está en descubrir los secretos más elevados
de Dios y de su creación. De los tres, es probablemente Ireneo quien más se acerca al espíritu original del evangelio.
Mi propósito no es lisonjearos sino requerir que juzguéis a los cristianos según el justo proceso de investigación. Justino Mártir
Durante todo el siglo segundo y buena parte del tercero no hubo una persecución sistemática contra los cristianos. Ser cristiano era ilícito; pero sólo se castigaba cuando por alguna razón los cristianos eran llevados ante los tribunales.
A la acusación de ser ateos, los cristianos respondían diciendo que, si ellos eran ateos, también lo habían sido algunos de los más famosos filósofos y poetas griegos.
los apologistas dan testimonio de la tensión en que viven los cristianos de los primeros siglos. Al mismo tiempo que rechazan el paganismo, tienen que enfrentarse al hecho de que ese paganismo ha producido una cultura valiosa. Al tiempo que aceptan la verdad que encuentran en los filósofos, insisten en la superioridad de la revelación cristiana. Y al tiempo que se niegan a adorar al emperador, y ese mismo emperador les persigue, siguen orando por él y admirando la grandeza del Imperio Romano.
Puesto que se les acusaba de ser gente bárbara e inculta, los cristianos del siglo segundo se vieron obligados a discutir la cuestión de las relaciones entre su fe y la cultura pagana.
La tarea de defender la fe ante esta clase de ataques produjo algunas de las más notables obras teológicas del siglo segundo. Y aún en el tercero y el cuarto no faltaron quienes continuaron esa tradición.
Lo que se decía acerca de los cristianos puede clasificarse bajo dos categorías: los rumores populares y las críticas por parte de gentes cultas.
En el año 81 Domiciano sucedió al emperador Tito. Al principio, su reino fue tan benigno hacia la nueva fe como lo habían sido los reinos de sus antecesores. Pero hacia el final de su reino se desató de nuevo la persecución. No sabemos a ciencia cierta por qué Domiciano persiguió a los cristianos.
En el año 68 buena parte del imperio se rebeló contra el tirano, y el senado romano lo depuso. Prófugo y sin tener a dónde ir, Nerón se suicidó. A su muerte, muchas de sus leyes fueron abolidas. Pero su edicto contra los cristianos siguió en pie. Esto quería decir que, mientras nadie se ocupara de perseguirles, los cristianos podían vivir en paz; pero tan pronto como algún emperador u otro funcionario decidiera desatar la persecución podía siempre apelar a la ley promulgada por Nerón.
Nadie se ocupó de perseguir a los cristianos. A la muerte de Nerón, se siguió un período de desorden, hasta tal punto que los historiadores llaman al año 69 el año de los cuatro emperadores. Por fin Vespasiano pudo tomar las riendas del estado, y luego le sucedió su hijo Tito, el mismo que en el año 70 había tomado y destruido a Jerusalén. En todo este período, el Imperio parece haberse desentendido de los cristianos, cuyo número seguía aumentando silenciosamente.
Desde el punto de vista de los judíos no cristianos, la situación era la misma. El cristianismo no era una nueva religión, sino una secta herética dentro del judaísmo.
los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Hechos 2. 41.
El libro de Hechos nos da a entender que hubo desde los inicios una fuerte iglesia en Jerusalén. Sin embargo, después de sus primeros capítulos, ese mismo libro nos dice muy poco acerca de la historia de aquella comunidad original.
Pronto, sin embargo, arreció la persecución contra todos los cristianos en Jerusalén. El emperador Calígula le había dado el título de rey a Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande. Según Hechos 12:1–3, Herodes hizo matar a Jacobo, hermano de Juan quien no ha de confundirse con Jacobo el hermano de Jesús y al ver que esto agradó a sus súbditos hizo encarcelar también a Pedro, quien escapó milagrosamente. En el año 62 Jacobo, el jefe de la iglesia, fue muerto por iniciativa del sumo sacerdote, y aun contra la oposición de algunos fariseos.
Su fe no consistía en una negación del judaísmo, sino que consistía más bien en la convicción de que la edad mesiánica, tan esperada por el pueblo hebreo, había llegado.
La firmeza y elocuencia de Pedro en el día de Pentecostés nos hacen olvidar sus dudas y vacilaciones en cuanto a qué debía hacerse con los gentiles que eran añadidos a la iglesia. Y el hecho de que los discípulos poseían todas las cosas en común frecuentemente eclipsa las dificultades que esa práctica acarreó, según puede verse en el caso de Ananías y Safira, y en la “murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1).
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Lucas 2.1