Impulsividad, movilidad e irritabilidad de las masas
4. Intolerancia, autoritarismo y conservadurismo de las masas
Al no conocer las masas sino sentimientos simples y extremos, las opiniones, ideas y creencias que se las sugiere son aceptadas o rechazadas en bloque, siendo consideradas como verdades absolutas o errores no menos absolutos. Siempre sucede así con las creencias determinadas mediante sugestión, en lugar de haber sido engendradas por razonamiento. Sabido es cuan intolerantes son las creencias religiosas y qué despótico es el imperio que ejercen sobre las almas.
El autoritarismo y la intolerancia son generales en todas las categorías de masas, pero se presentan en grados muy diversos. Y aquí reaparece también la noción fundamental de raza, dominadora de los sentimientos y los pensamientos de los hombres. El autoritarismo y la intolerancia están desarrollados sobre todo en las masas latinas, hasta el punto de haber destruido aquel sentimiento de la independencia individual que tan acentuado se halla entre los anglosajones. Las masas latinas no son sensibles más que a la independencia colectiva de su secta, y la característica de esta independencia consiste en la necesidad de someter, inmediata y violentamente, a sus creencias a todos los disidentes. En los pueblos latinos, los jacobinos de todas las épocas, desde la de la Inquisición, no han podido elevarse a otra concepción de la libertad.
3. Exageración y simplismo de los sentimientos de las masas
Los sentimientos buenos o malos, manifestados por una masa, presentan la doble característica de ser muy simples y muy exagerados. En este aspecto, así como en tantos otros, el individuo-masa se aproxima a los seres primitivos. Inaccesible a los matices, ve las cosas en bloque y no conoce transiciones. En la masa, la exageración de un sentimiento está fortalecida por el hecho de que, al propagarse muy rápidamente por sugestión y contagio, la aprobación de la que es objeto acrecienta su fuerza de modo considerable.
La violencia de los sentimientos de las masas se exagera más aún, sobre todo en las masas heterogéneas, por la ausencia de responsabilidad. La certeza de la impunidad, tanto más acentuada cuanto más numerosa es la masa, y la noción de un considerable poder momentáneo debido al número, hacen factibles para la colectividad sentimientos y actos que resultan imposibles para el individuo aislado. En las masas, el imbécil, el ignorante y el envidioso se ven liberados del sentimiento de su nulidad y su impotencia, sustituido por la noción de una fuerza brutal, pasajera, pero inmensa.
2. Sugestibilidad y credulidad de las masas
La creación de las leyendas que circulan tan fácilmente entre las masas no sólo son el resultado de una credulidad completa, sino también de las prodigiosas deformaciones que experimentan los acontecimientos en la imaginación de individuos agrupados. El más simple hecho, visto por la masa, se convierte rápidamente en un acontecimiento desfigurado. La masa piensa mediante imágenes y la imagen evocada promueve, a su vez, una serie de ellas sin ningún nexo lógico con la primera. Podemos concebir fácilmente tal estado pensando en las extrañas sucesiones de ideas a las que nos conduce, a veces, la evocación de un hecho cualquiera. La razón muestra la incoherencia de tales imágenes, pero la masa no la ve, y lo que su imaginación deformante agregue al acontecimiento lo confundirá con éste. Incapaz de separar lo subjetivo de lo objetivo, admitirá como reales las imágenes evocadas en su espíritu, las cuales generalmente no poseen más que un parentesco lejano con el hecho observado.
1. Impulsividad, movilidad e irritabilidad de las masas
Las acciones realizadas pueden ser perfectas en cuanto a su ejecución, pero al no estar dirigidas por el cerebro, el individuo actúa según los azares de la excitación.
Sus actos están mucho más influidos por la médula espinal que por el cerebro.
La masa, juguete de todos los estímulos exteriores, refleja las incesantes variaciones de los mismos. Es, por tanto, esclava de los impulsos recibidos.
El individuo aislado puede hallarse sometido a las mismas excitaciones que el hombre-masa; pero cuando su razón le muestra los inconvenientes de someterse a las mismas, no cede. Desde el punto de vista fisiológico, puede definirse este fenómeno diciendo que el individuo aislado posee la aptitud de dominar sus reflejos, mientras no ocurre así en la masa.
Los diversos impulsos a los cuales obedecen las masas podrán ser, según las excitaciones, generosos o crueles, heroicos o pusilánimes, pero siempre serán tan imperiosos que el propio instinto de conservación se borrará ante ellos.