Proceso independentista de América
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En las primeras décadas del siglo XIX, las colonias americanas de España y Portugal vivieron un proceso independentista que, salvo contadas excepciones, sólo cabe describir como exitoso. Después de las llamadas guerras de emancipación, todas las colonias continentales, desde el Virreinato del Río de la Plata hasta el de Nueva España, quedaron desligadas de las antaño potencias ibéricas.
En las primeras décadas del siglo XIX, las colonias americanas de España y Portugal vivieron un proceso independentista que, salvo contadas excepciones, sólo cabe describir como exitoso. Después de las llamadas guerras de emancipación, todas las colonias continentales, desde el Virreinato del Río de la Plata hasta el de Nueva España, quedaron desligadas de las antaño potencias ibéricas. La definitiva conformación de los actuales Estados latinoamericanos no tendría lugar, sin embargo, hasta algo después
Fuente original: Escuelapedia.com
los movimientos independentistas fueron el resultado final de una serie de procesos que se dieron en toda Latinoamérica durante el siglo XVIII. Por un lado, influyeron la propia actitud de las autoridades coloniales y las directrices marcadas desde las metrópolis (reformas de los Borbones en España y del marqués de Pombal en Portugal); por otro, la sociedad latinoamericana no pudo evitar hacerse eco de los trascendentales acontecimientos que acaecían en el exterior, como la independencia estadounidense o la Revolución francesa.
Los americanos encontraron el momento indicado para romper sus lazos coloniales cuando se produjo la ocupación de España por tropas francesas entre 1808 y 1814. Esta ocupación provocó la abdicación de Carlos IV y Fernando VII. Así se creó una situación que los criollos liberales consideraron ilegítima puesto que el Rey al que ellos debían su fidelidad, se encontraba expulsado del trono. Ante esto, decidieron crear Juntas de gobierno, conformadas por grupos de la elite local (esto ocurría en muchas de las grandes ciudades coloniales), que pronto se embarcaron en una lucha independentista contra el ejército virreynal.
Las revoluciones de finales del XVIII y el Imperio napoleónico
Las ideas ilustradas pasaron del terreno teórico al práctico con el éxito cosechado por los revolucionarios estadounidenses y franceses. La independencia de las trece colonias británicas en América del Norte y la proclamación de la república francesa demostraron, por una parte, la universalidad del movimiento ilustrado y, por otra, su posibilidad de hacerlo real. Además, el papel de la monarquía española en el primero de estos casos había socavado los fundamentos ideológicos del absolutismo, debido al apoyo mostrado por España a los insurgentes. Finalmente, el hecho de que tanto los Estados Unidos como Francia hubiesen adoptado formas republicanas sembraba como mínimo la duda sobre la conveniencia de las monarquías.
El ambiente ilustrado
Las reformas emprendidas por los Borbones intentaron afianzar el control de la Corona sobre las colonias. Muchas de estas medidas iban en contra del ideal liberal e ilustrado que comenzaba a arribar a los virreinatos desde Europa. Dentro de las ideas que conformaban el mundo de la Ilustración, la que mayor impacto tuvo en las colonias fue el frontal rechazo al concepto de que el rey gobernaba «por la gracia de Dios»; más bien, para los ilustrados, el ejercicio del poder por parte de los monarcas provenía de un pacto entre éstos y la población, por el cual los ciudadanos otorgaban al rey la capacidad de gobernar de acuerdo a las leyes emanadas de la soberanía popular.
Subtopic
A finales del XVIII, estas ideas acabaron calando entre las oligarquías criollas latinoamericanas. Tal difusión se consiguió a través de diversos cauces: una educación elitista, la participación en sociedades secretas (masones, rosacruces, etc.) relacionadas con los ambientes ilustrados y, un acontecimiento muy importante, la aparición y difusión de publicaciones periódicas, como La gaceta de México, La gaceta de Lima, Primicias de la cultura (en Quito), el Semanario de Nueva Granada (en Bogotá), etc. A través de estas vías, a las que se sumó la traducción de Antonio Nariño (1765-1823) de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se comenzó a criticar no tanto a la monarquía hispánica (la mayoría de movimientos emancipadores actuarían al principio para salvaguardar los derechos de ésta), como a la forma en la que los reyes españoles entendían el ejercicio del poder.