da Camilo Acosta mancano 6 anni
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Se acostumbro demaciado, a buscar la coherencia externa de los distintos elementos en el cuadro.
El Periodo materialista
Ha conformado en la vida, y por lo tanto también en el arte, un tipo de espectador incapaz de enfrentarse a la obra, en la que busca todo, excepto la vida interior del cuadro y el efecto sobre su sensibilidad.
Como símbolos que con el tiempo adquieren, un valor casi jeroglífico, haciéndose lentamente tan incomprensibles, que hoy aun no sabemos su valor interno.
Todavía
Estamos estrechamente a la naturaleza externa ademas, aun tomamos nuestras formas y colores de ella.
El ornamento, incide sobre nosotros, aunque de un modo casual y sin objeto, los ornamentos son diferentes interiormente dependiendo de su procedencia.
Se debe
A que tenemos poca capacidad para, obtener una vivencia interior a través de una composición cromática y formal totalmente emancipada.
Sin embargo
Sin embargo, si tenemos en cuenta que el nuevo movimiento espiritual que ha adquirido, un ritmo rápido el cual produce, que hasta la base mas base mas solida de la vida espiritual humana, la ciencia positiva se ha visto llevada a la disolución de la materia.
En la construcción de una obra de arte sobre una base, puramente espiritual, lo cual requiere de un gran trabajo.
Es necesario
Que el artista no solo cultive su sentido visual si no también, su alma para que esta aprenda a calibrar los colores por si misma. Y no actué solo como receptor de impresiones externas, sino como fuerza que determine el nacimiento de cada una de sus obras.
La emancipación de la naturaleza es tan solo el principio, ya que si observamos hasta hoy la utilización del color y la forma como agentes internos ha sido más bien interna.