da gabriel soler mancano 2 anni
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Pero cómo negar que también escribimos para ser leídos, lo cual necesariamente pasa por leernos nosotros mismos en el proceso. En ese sentido, ocurre una operación fascinante y anímicamente provechosa: quien escribe necesariamente se está leyendo; y quien lee lo escrito por otro, reescribe lo ya plasmado en ese texto.